Lectura: Hechos 2:22-39
Las cruces sirven para muchas cosas: para ponerlas sobre las tumbas en los cementerios, decorar muchas torres de iglesias y hasta marcar el lugar donde una persona ha muerto en un accidente.
Las cruces suelen traer a la mente de las personas la muerte de Jesús, pero también se han convertido en una moda, algunas veces las personas que las “visten”, ni siquiera saben quién es Jesús.
Ciertamente Jesús murió en una cruz por nosotros, pero no adoramos a un Salvador muerto en una cruz. La cruz tan solo fue el objeto mediante el cual se ejecutó la sentencia sobre nuestro Señor; luego de cumplir con el horrendo propósito de arrebatarle la vida, el cuerpo de nuestro Señor fue bajado de la cruz y colocado en una tumba fría, de la cual se levantó al tercer día y regresó al lado de su Padre.
Si no fuera por lo que Jesús hizo en la cruz, no tendríamos esperanza y seríamos culpables delante de Dios; sin embargo, por medio de la fe en Él recibimos perdón por nuestros pecados y la seguridad de que la muerte no es el final del camino; nos espera un hogar junto a nuestro Señor. “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo” (Fil.3:20).
- Mira más allá de la cruz y ve a Quien resucitó de la muerte.
- Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2).
HG/MD
“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo” (Fil.3:20)