Lectura: Mateo 28:16-20

Santiago era una persona tímida, a la que le daba temor hablar en público.  Es por ello, que estaba aterrorizado el día que su jefe le dijo que tenía que dar una presentación a un grupo de la empresa donde trabajaba.  Al fin llegó el ansiado día y sus rodillas temblorosas sonaban como maracas; de pie frente a quienes lo escuchaban dijo las siguientes palabras: “¿Saben lo que voy a decirles esta mañana?”  La respuesta fue: “No”.  Entonces él les dijo: “Yo tampoco” y salió huyendo de la sala de reuniones.

Al día siguiente, el jefe le dijo que lo intentara de nuevo. Él les dijo: “¿Saben que les voy a decir?” Esta vez para variar contestaron: “Si”, ya que el jefe les había introducido el tema de la reunión.  Entonces les respondió: “Entonces, no necesitan que yo se los diga” Y otra vez salió huyendo de la sala de reuniones.

A la mañana siguiente, el paciente jefe le volvió a insistir en que impartiera la charla. “¿Saben lo que les voy a decir?”.  La mitad de sus oyentes gritó: “Sí” y la otra mitad gritó: “No”.  “Ah” respondió el hombre, entonces: “que los que saben lo digan a los que no saben” y nuevamente salió corriendo del lugar.

En ese momento, los que estaban en la sala de reuniones quedaron atónitos, pero luego las palabras de Santiago les llegaron a sus corazones: “Que los que saben, lo digan a los que no saben”.

Por tres años, los discípulos de Jesús absorbieron sus enseñanzas y observaron sus maravillosas obras; en su peregrinar con Él, lo habían llegado a conocer como el verdadero camino, verdad y vida.  Era Dios mismo encarnado.  Aquel que era la vida eterna (1 Juan 1:2) había caminado con ellos, y por esta causa entregaron sus vidas para compartir con otros el mensaje de salvación que habían recibido de Su amado Señor y Salvador.

1.  Al igual que aquellos primeros discípulos; quienes hoy conozcan el mensaje comuníquenlo a los que no saben de Jesús.

2.    Las mejores noticias del mundo son las buenas nuevas de Jesús.

HG/MD

“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10:14).