Lectura: Hebreos 12:1-11

En algún momento de nuestro andar con el Señor, muchos de nosotros fuimos personas extremadamente ansiosas.  En esas circunstancias muchas veces enfrentamos momentos difíciles en los cuales las soluciones no se dejaban ver y lo peor de todo era que Dios también parecía ausente.  Por supuesto, no fue así, siempre se trató del plan de Dios para nuestro crecimiento; sin duda en esas ocasiones aprendemos más de nosotros mismos y sobre nuestra dependencia del Señor; cuando tocamos fondo no hay muchas alternativas: o nos quedamos ahí o nos aferramos a la piedra viva que es Dios.

Cuando reconocemos nuestras limitaciones y nuestra dependencia de Dios, podemos ver las cosas más claramente.   El Señor de inmediato comienza a reedificarnos aplicando principios de su Palabra para enseñarnos el camino de fe por el cual debemos transitar. De esta forma poco a poco nuestra mente cambia y los sentimientos que antes eran de desesperación y tristeza, se convierten en gozo y esperanza.  Las experiencias difíciles también nos permiten desarrollar nuestra disciplina y la templanza necesaria para resistir nuevos problemas.

En el libro de Hebreos donde ubicamos nuestra lectura devocional de hoy, el autor expresa cuan inmenso es el amor de Dios por nosotros, tanto que no nos deja quedarnos en nuestra inmadurez; como todo Padre amoroso: disciplina, corrige y capacita a quienes ama; utiliza nuestras luchas para ayudarnos a ser y estar más cerca de Él. (Hebreos 12:10-11).

Muchos tratan de evitar el dolor y la incomodidad a toda costa, pero quienes en verdad desean crecer deben enfrentarse a los dolores del crecimiento.

  1. Dios a menudo usa los reveses para que podamos avanzar.
  2. El crecimiento en la vida cristiana se da como resultado de imitar el carácter y prioridades de Jesús.

HG/MD

“Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).