Lectura: Isaías 53:1-12
Se dice que en un reino lejano había un rey muy joven y sabio, pero soltero; él sabía que era necesario contar con una reina a su lado que le ayudara a balancear sus decisiones, así que decidió hacer una búsqueda de esa reina. Con el tiempo llegó a conocer a una humilde aldeana quien era estimada por muchas personas del pueblo debido a su don de servicio y gracia.
Pero el rey estaba muy estresado, pues se preguntaba lo siguiente: “¿Cómo puedo declararle mi amor a esta bella dama? ¿Acaso ella me respondería tan sólo por temor a las consecuencias de rechazarme? ¿Cuáles palabras debo utilizar para que esta joven no malentienda mis buenas intenciones?”
El rey entendía muy bien que no podía presentarse como rey ante aquella mujer sin crear malentendidos, así que literalmente decidió descender de su condición. Dejó su trono, se quitó sus ropas reales y se envolvió con ropas humildes, dejando con ello toda su gloria. No era un disfraz sino una nueva identidad. Tomó la forma de un siervo para ganar el amor de su amada.
Esta fue una jugada arriesgada, pues corría el peligro de que lo rechazara debido a su humilde condición, y con esto perdería su amor para siempre. Esta es una historia que podría ejemplificar la opción que Dios le dio a la humanidad de amarle a pesar de las apariencias.
Nuestro Señor se humilló a sí mismo en un esfuerzo por ganar nuestro amor: «Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” como leemos en Filipenses 2:5-7. Esa es la historia detrás de la Navidad, Dios en un pesebre; Dios en una forma que no llamaría la atención de nadie, así fue profetizado por el profeta Isaías 53:1-12.
Puntos para la reflexión:
- La pregunta es: ¿Lo amarás o lo rechazarás?
- Dios hizo su morada con nosotros para que nosotros pudiéramos hacer nuestra morada con Él.
Versículo para memorizar:
“Subió como un retoño delante de él, y como una raíz de tierra seca. No hay parecer en él ni hermosura; lo vimos, pero no tenía atractivo como para que lo deseáramos”. Isaías 53:2- RVA 2015)
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