Lectura: Apocalipsis 21:1-8

Recientemente Santiago había cumplido 16 años y por fin su sueño estaba cumpliéndose; había sido aceptado para jugar con su equipo favorito.

No obstante, tan sólo 2 meses después de empezar sus entrenamientos, sufrió una lesión grave en la rodilla mientras realizaba un ejercicio, entonces, lo dieron de baja del equipo debido a que era muy difícil que se recuperara de esa lesión.

La lesión fue tan seria que hasta los 18 años tuvo que usar un bastón para andar, y debido a ello también tuvo que soportar dos años de recuperación, reposo y rehabilitación. Finalmente pudo dejar los soportes ortopédicos para rodilla que había utilizado desde el incidente y aunque todavía tiene dolores, el proceso lento y largo de sanidad le permitió volver a usar la pierna como antes.

La mayoría de las veces el proceso de sanidad física es mucho más lento de lo que esperamos. Esto también sucede en el camino espiritual. Las consecuencias de las malas decisiones o de las acciones o comentarios de personas que nos afectaron, pueden crear cargas o heridas para toda la vida, pero para los hijos de Dios hay esperanza.

Aunque no siempre tenemos la oportunidad de experimentar una plena restauración en esta vida, tenemos la promesa de la restauración. El apóstol Juan escribió: “Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron” (Apocalipsis 21:4).

  1. En los momentos de dolor nos consuela saber que al final, y gracias a la maravillosa presencia del Señor, gozaremos de plenitud para siempre (1 Tesalonicenses 4:13-18).
  2. Gracias Señor por tu gracia y misericordia que nos acompañan diariamente.

HG/MD

“Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18).