Lectura: Mateo 19:16-22

El artículo de la revista resumía la vida de un antiguo entrenador de baloncesto y narrador deportivo que había ganado muchos premios nacionales.  Durante los años de su agitada carrera como entrenador, había estado obsesionado con el juego y con ganar.  Sin embargo, años más tarde, afectado por el cáncer, se dio cuenta de la trivialidad de los bienes y valores a los que se había dedicado tan apasionadamente: “Uno se enferma y se dice a sí mismo: “Los deportes no significan nada”; eso es terrible”.

Puesto que había pasado tan poco tiempo con su esposa e hijos confesó: “Pensé dedicar unos 20 años a la carrera, y tal vez, ganar tres títulos nacionales, y dejarlo todo a los 53 ó 54… Iba a recompensar a mi familia por todo el tiempo que pasé alejado de ellos…Suena tan tonto ahora…Pero así seguí, con esa insaciable sed de conquistar el mundo”.

¿Hemos descubierto la trivialidad del éxito vano que el mundo aplaude,  o de comprar cosas que al final podrán en peligro nuestro presupuesto familiar, la insignificancia de ser ganador a cambio de perder los valores familiares y espirituales que al final son los que importan?  Aún hay tiempo de cambiar nuestras metas.  Gracias a nuestro bondadoso Dios, ahora mismo podemos cambiar  el rumbo y comenzar a vivir para Cristo, disfrutando de nuestra familia.  Esa es la vida que no deja lamentos.

  1. Si vives para Cristo no tendrás nada que lamentar.
  1. Dedica hoy tiempo para pasar tiempo de calidad y cantidad con tu familia.

NPD/VCG

P.S. Imagenes con fines ilustrativos