Lectura: 2 Samuel 22:1,21-37

Haciendo un recorrido por las redes sociales, una publicación me llamó la atención, en ella había una foto de un hombre y en la imagen decía: “Hombre fuerte”; lo presentaban con una aparente fuerza sobrehumana, parecía estar levantando un piano para subirlo al balcón de un segundo piso.

No obstante, en la publicación había una explicación oculta para aquella aparente “fuerza descomunal”, decía que había que mirar con más atención la parte superior de la foto, donde podía apreciarse un pequeño alambre de acero que sostenía el peso del piano.  La verdadera fuerza para levantar aquel pesado piano, provenía de una grúa que estaba más arriba y no del hombre que estaba abajo.

Esta escena me recuerda la manera en la que Dios trabaja en y a través de nosotros quienes hemos depositado nuestra fe en Él.  Al mirar nuestras circunstancias, muchas veces no vemos a Dios, a pesar de que Él siempre está a nuestro lado.

Dios les reveló esa verdad a hombres como David, quien registra en 2 Samuel un Salmo de liberación.  Los que miraban a David pudieron haberle atribuido a él todas sus proezas y valentía, pero David lo tenía muy claro, era Dios quien lo hacía fuerte.  Dios estaba proveyendo fortaleza desde arriba, incluso en momentos en los cuales su siervo luchaba contra las circunstancias que tuvo que afrontar día con día.

  1. En estos momentos que vivimos como humanidad, podemos confiar en Cristo, quien es nuestra fuente de fortaleza; en nosotros actúa el mismo Dios que acompañó a David, Daniel, Rut, Moisés, Rahab, Pedro, Pablo y tantos otros hombres y mujeres de fe.
  2. La fortaleza de Dios se ve mejor en nuestra debilidad.

HG/MD

“Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).