Lectura: Salmos 51:1-19

Cuando lastimamos a una persona con nuestras acciones, también lastimamos a Dios; si robamos tiempo o un objeto, estamos ofendiendo a Dios pues Él nos ha dado las herramientas suficientes para subsistir, si le quitamos la vida a una persona, estamos destruyendo a una de las creaciones de Dios.  Estas verdades poco a poco se han ido perdiendo debido a la decadencia moral en la cual vivimos.

Una vez vi a un alto ejecutivo de una empresa llorando debido a que, por sus malas decisiones, había llevado a la empresa a la quiebra financiera y con esto había dejado a muchas familias sin su sustento. Puede ser que también te hayas sentido así de mal por una decisión errada.  No obstante, cuando se realiza una acción equivocada de forma deliberada, una disculpa llena de lágrimas no será suficiente si Dios queda fuera de esa confesión de culpa. 

El arrepentimiento verdadero por nuestros errores, no se da hasta que los aceptamos como lo que realmente son, actos de rebelión contra Dios.

Cuando José fue tentado por la esposa de Potifar, dijo lo siguiente: “…¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9).  Y en la lectura devocional leímos que David confesó: “Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos…” (Salmos 51:4).  David reconoció que había cometido un gran error al robar a la mujer de otro hombre y mandar a su esposo a morir en el frente de batalla.  Al hacer esto aceptó sin excusas, ni justificaciones que había pecado contra Dios.  Esa es la admisión de culpa que nuestro Señor busca, cuando lo hacemos de corazón, Dios muestra Su misericordia y perdón, y parte de esto también es permitir que lidiemos con las consecuencias de ese pecado, para que aprendamos de nuestros errores.

  1. No existen mentiras inofensivas ni pequeños pecados, cuando los cometemos estamos pecando contra un Dios Santo, pero esa sólo es la mitad de la ecuación.
  2. La otra parte de la ecuación conlleva reconocer nuestros errores, Dios en verdad espera nuestro arrepentimiento; cuando es sincero, Él nos perdona y otorga nuevamente Su paz.

HG/MD

“Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7)