Lectura: Isaías 49:1-6

Nuestra sociedad suele etiquetar a las personas que no tienen cierto nivel educativo, salarial o social como insignificantes; ello provoca que las personas quienes están en esta condición se sientan solas y peor aún, de poca valía.

C. S Lewis (1898-1963) en su libro: “Más allá del planeta silencioso”, se refiere a este problema utilizando la ficción de la siguiente manera: “Mi pueblo tiene una ley sobre no hablar de tamaños ni de números […]. Eso hace que reverencies las pequeñeces y pases por alto lo verdaderamente grande”.

Como sabemos, la sociedad normalmente celebra que lo grande es mejor y que la cantidad de nuestras posesiones es la verdadera medida del éxito. Sin embargo, los creyentes debemos estar atentos para resistirnos a esta tendencia, en especial si trabajamos en lo que algunos consideran como “algo insignificante”; en definitiva, no debemos pasar por alto lo verdaderamente grande e importante.

Tampoco podemos caer en la trampa de pensar que los números no importan, después de todo, los apóstoles contaban cuántos se habían convertido (Hechos 2:41). No obstante, la realidad es que esos “números” son seres vivientes con necesidades eternas. Todos debemos trabajar y orar para que una gran cantidad de personas entre al cielo, sin dejar eso sí, que el orgullo se aferre a los fríos números.

Dios no nos llama a encontrar satisfacción en la cantidad de trabajo que hacemos para Él ni en el número de personas que forman parte de esa obra, sino a cumplir fielmente la tarea en su nombre. Servir a nuestro gran Dios con su fortaleza y de maneras pequeñas no es un trampolín hacia la grandeza; es la grandeza en sí.

  1. Servir es el principal llamado que tenemos como creyentes.
  2. Debemos saber los nombres de las personas con las cuales servimos y a las que servimos.

HG/MD

“Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. ¡A Cristo el Señor sirven!” (Colosenses 3:23-24).