Lectura: Mateo 27:41-54

Cuando tenemos un problema es natural que clamemos al Señor por su rescate y providencia, y en muchos casos nuestra petición se resuelve de buena forma; sin embargo, cuando no es así muchas veces pensamos, ¿será acaso que no contamos con el favor y bondad de nuestro Señor?

Parte de esta semana en la que rememoramos la pasión y muerte de nuestro Señor, se encuentra el día cuando lo colgaron en la cruz, conocido por la mayoría como viernes santo.  Si algún día era propicio para un milagro de liberación de Dios era ese; incluso hasta sus detractores al pie de la cruz se burlaban de Él con exigencias diciendo: “A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él!” (Mateo 27:42).  Pero Jesús no intentó liberarse ni descendió de la cruz.

Por supuesto, Jesús no era merecedor de una muerte tan cruenta, no obstante Dios, en Su perfecto plan, usó el mal y castigo que nuestro Señor tuvo que soportar, para lograr un bien superior y supremo, el cual necesitábamos desesperadamente y era la única salida al problema que el pecado nos causó, tal como lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 5:10 “Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida.”  Por eso ese día tan terrible de la historia merece el nombre de “santo”.

¿Sientes que para ver la bondad de Dios, la única esperanza es que Él efectúe un milagro en tu vida?  Antes de seguir pensando de esa forma, reflexiona en estos días sobre el logro de Jesús, ya que gracias a su obediencia y sufrimientos que se extendieron hasta aquel primer viernes santo,  pocos días después obtuvo como fruto el triunfo sobre la misma muerte.

  1. Un día podrás mirar hacia atrás y recordar los días de angustia, con la experiencia y madurez que solo dan el tiempo y las lecciones que el Señor te permite aprender.
  1. Dios utiliza las dificultades de la vida para hacernos crecer.

HG/MD

“Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida.”  (Romanos 5:10).