Lectura: 1 Juan 1:5–2:2
Una de las profesiones en las cuales se busca la perfección, es la medicina. Debido a la naturaleza del trabajo y al haber vidas humanas en juego, es deseable que no existan errores a la hora de realizar un diagnóstico o un procedimiento quirúrgico a un paciente.
No obstante, la realidad es muy distinta a lo esperado. Los doctores se equivocan y en algunos casos cometen errores que cuestan la vida de sus pacientes; por eso solamente con el pasar del tiempo los doctores aprenden la lección, y aunque tratan de acertar dentro de lo razonable, es imposible ser perfecto.
El apóstol Juan indicó lo siguiente: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Por lo tanto, la solución no es esconder nuestros errores y hacer nuestro “mejor esfuerzo” la próxima vez que nos enfrentemos a una misma situación, sino ser honestos ante Dios y reconocer que necesitamos su ayuda. “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
- Para cambiar nuestras acciones debemos alejarnos de la tiranía de la perfección y acercarnos a la Gracia de Dios para que nos ayude a reconocer nuestras limitaciones, y aprendamos a depender más de Él.
- Ser sinceros con Dios y con nuestros semejantes nos ahorra muchos de los problemas que enfrentamos, y al mismo tiempo, podemos tener más ayuda a nuestro alcance.
HG/MD
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
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