Lectura: 2 Corintios 3:7-18

Todos conocemos a alguien que parece ser mejor en todo que nosotros.  Es más inteligente, más sabio, tiene un mejor trabajo, cocina mejor que nosotros, parece tener un espíritu de servicio inquebrantable y es más humilde, entre otras cosas.

Pasar tiempo con este tipo de personas nos debe desafiar a ser excelentes y más efectivos con nuestro tiempo y propósitos.  En la mayoría de los casos son un ejemplo de excelencia que nos debe motivar a ser mejores cada día.

Este tipo de presión positiva debe estimular un principio espiritual que es primario como creyentes, es imprescindible que dediquemos mucho más tiempo a la Palabra de Dios para poder vincularnos con la persona de Cristo.  Leer sobre su amor ilimitado nos impulsa a amar sin condiciones. Su misericordia y la gracia abundante que derrama sobre los más indignos debe hacer que nos avergoncemos de nuestra tendencia a no perdonar y a buscar venganza.

Cuando enfocamos nuestra vida a parecernos más a Jesús, nuestra gratitud debe aumentar de inmediato pues somos más conscientes de que, a pesar de nuestro pecado, el Señor nos ha vestido con la hermosura de su justicia perfecta. Sus caminos asombrosos y su sabiduría sin igual nos deben motivar y transformar. Es difícil estar satisfechos con nuestras vidas tal como están cuando, en su presencia, somos impulsados a parecernos más a Él.

  1. El apóstol Pablo nos invita a disfrutar contemplando a Cristo. Al hacerlo, “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen…” (2 Corintios 3:18).
  2. Como creyentes jamás debemos sentir que ya hemos logrado todo en nuestras vidas pues siempre habrá un espacio o una persona que necesite, ver, entender y aceptar el amor de Dios en su vida.

HG/MD

“Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).