Lectura: Hechos 5:1-11
En uno de estos programas de supervivencia en la naturaleza, me llamó la atención la declaración de uno de sus participantes, quien dijo: “Yo quería regresar a casa con mi dignidad y autorrespeto. Aprendí que, para ganar, no tienes que ser un malvado que apuñalea por la espalda. Puedes ser una persona amable y honesta.” Esta persona estaba comprometida a vivir una vida de integridad.
Como contraparte, en la lectura devocional leímos la historia de Ananías y Safira, quienes vendieron una propiedad que tenían y “prometieron” entregar todas las ganancias para el mantenimiento de la iglesia. Pero Satanás “llenó su corazón” para tentarlos a que llevaran sólo parte del dinero por el cual habían vendido la propiedad, fingiendo que entregaban toda la ganancia. El problema no fue no haber entregado todo, sino tratar de engañar a Dios y a las demás personas de su comunidad; como consecuencia pagaron con su vida el engaño.
Es por esto que te conviene, de vez en cuando, hacer un autoexamen para verificar la integridad de tu corazón, sugerimos estas sencillas preguntas:
- ¿He honrado todos mis compromisos con Dios y con los demás completamente? Una buena medida es limitar tus compromisos a los que puedes cumplir completamente.
- ¿He llenado mi corazón de sinceridad y verdad? ¿Qué ocupa mis días? Tan sólo las cosas temporales de este mundo o das espacio para que la Palabra de Dios te guie por el buen camino.
- ¿Tu carácter y prioridades son cada día más parecidas a las de Jesús? No lo malentiendas, no quiere decir que todas las personas deben dedicarse por completo al ministerio, significa que en la actividad que realizas, tus acciones y palabras reflejan que Jesús está viviendo a través de ti.
- Un corazón conforme a la voluntad de Dios, tan sólo se logra cuando humildemente aceptas que no podrás lograrlo por tus propias fuerzas y necesitas la ayuda de Dios, habla con Él, estudia lo que Él nos dejó y comparte con otros lo que has aprendido.
- Sólo cuando conoces a Dios eres capaz de entender el llamado y el propósito para el cual fuiste creado, y además eres capaz de vivir conforme a ello.
HG/MD
“La integridad y la rectitud me guarden porque en ti he esperado” (Salmos 25:21).