Lectura: Salmos 119:97-104

Cuando era niño, tenía un amigo a quien no le atraía para nada el fútbol, prefería pasar su tiempo haciendo otro tipo de cosas como juegos de mesa o andar en bicicleta, entre otros juegos de niños; sin embargo, cuando llegó a la adolescencia, fue con un grupo de amigos a ver un partido de fútbol, y todo cambió.  Empezó a seguir las diferentes jornadas de fútbol y ver partidos internacionales, mantenía un registro de los principales jugadores y estadísticas de algunos de los clubes que le agradaban.  Discutía con sus amigos sobre las jugadas del fin de semana.  Había sido capturado por la emoción del descubrimiento.

Algo muy similar sucede cuando nos comprometemos con Dios y seguimos su Palabra.  Cuando esto sucede queremos oír más, aprender más, leer más, y descubrir los tesoros en su Palabra, ese es el verdadero alimento para el alma.

Al navegar por sus páginas nos encontramos con principios y lecciones prácticas para nuestra vida; aunque algunos pasajes pueden resultarnos de difícil comprensión, con la debida motivación y estudio serio, finalmente los veremos cómo desafíos para nuestra mente en lugar verlos como obstáculos.

  1. No existe nada que se pueda comparar con el dulce abrazo al recibir el perdón de Jesús; al experimentar esto verdaderamente podemos entender su Palabra escrita: la Biblia.
  2. Cuando empiezas a seguir a Jesús, Él abre tu mente por medio de su Palabra.

HG/MD

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!” (Salmos 119:103).