Lectura: Mateo 18:15-20
Detente por un momento y piensa en esta situación ¿Alguna vez has señalado a una persona recriminándole una situación en particular? No puedes señalar a alguien con tu dedo sin señalarte a ti mismo. Pruébalo ahora mismo, extiende tu dedo índice y pulgar, verás que los otros tres te señalan.
Recuérdalo la próxima vez que señales las faltas de otra persona, en lugar de sacar conclusiones precipitadas, debes brindarle el beneficio de la duda, reservando lo que piensas hasta conocer todos los hechos involucrados en la situación.
En su ley mosaica los judíos tenían una excelente costumbre, no podían acusar a nadie a menos que tuvieran de entre dos a tres testigos (Deuteronomio 19:15). Jesús aludió a esa norma, cuando nos enseñó la forma en la cual debemos actuar los creyentes en caso que otro creyente peque contra nosotros o nos ofenda (Mateo 18:16).
Si seguimos los mandatos de nuestro Señor, cuando alguien nos hace daño primeramente debemos buscar a esa persona y conversar, procurar la reconciliación (Mateo 18:15) en lugar de empezar a murmurar contra ella. Si la persona se niega a admitir su error o no quiere conversar con nosotros a fin de encontrar una solución al conflicto, es necesario involucrar a otros (Mateo 18:16-17), por ejemplo, personas dignas de confianza de tu iglesia local; hacer una reunión con la contraparte, tratar de resolver el asunto; si desgraciadamente no hace caso, entonces, debemos considerarla como no creyente, lo cual no quiere decir que la despreciemos, sino más bien que debemos orar por ella.
Perdonemos (Mateo 6:12), y con nuestro ejemplo y buen testimonio, intentemos mostrarle al mundo que los caminos del Señor son mejores que los nuestros, recuerda que juzgar es siempre el camino más sencillo, pero no precisamente el correcto.
1. Los hijos e hijas de Dios somos canales de amor y verdad, en lugar de ser mensajeros de malicia y mentiras.
2. Las mentiras y los señalamientos buscan destruir, pero la disciplina busca restaurar.
HG/MD
“El que aplaca el odio es de labios justos, pero el que suscita la calumnia es necio. En las muchas palabras no falta pecado, pero el que refrena sus labios es prudente” (Proverbios 10:18-19).