Arqueología e historia
JERUSALÉN (para los hebreos, este nombre significa «fundamento de la paz; posesión de la paz»; su etimología es incierta). Ciudad santa; capital de la monarquía unida bajo David y Salomón, del reino de Judá, de Judea, y modernamente declarada por el Knesset (Parlamento del Estado de Israel) la «capital eterna de Israel».
I. Nombre.
Muchos han sostenido que la mención más antigua de Jerusalén que se tiene en la Biblia es la mención de Salem en Gn. 14:18, en relación con el encuentro de Abraham con Melquisedec, «rey de Salem». En las tabletas cuneiformes de los restos de Ebla (véase MARDIKH [TELL]) aparecen por separado los nombres de Salim y de Urusalima, entre otras ciudades como Hazor, Laquis, Meguidó, Gaza, Dor, Sinaí, Jope, Sodoma y las otras ciudades de la llanura. Estas ciudades estaban en relación comercial con Ebla, y estos registros, anteriores a la catástrofe que destruyó Sodoma y las otras ciudades comarcanas, parecen indicar que Salim o Salem era una ciudad distinta de Jerusalén (Urusalima). Estas tabletas están fechadas alrededor del 2300 a.C. En el relato de la conquista de Canaán figura bajo el nombre de Jebús y de Jerusalén. Después de ello se encuentra frecuentemente el nombre de Jebús mientras los jebuseos poseyeron la ciudad. Al apoderarse David de ella, el antiguo nombre vino a ser su única designación (aunque también se usó su abreviación Salem, cf. Sal. 76:2). La pronunciación Yerũ, shãlẽm se modificó posteriormente a fin de darle una forma dual, Yerũshãlaʾ(y) im. Ésta es la interpretación de ciertos gramáticos. La forma Urusalim se encuentra en las cartas de Tell el-Amarna, en las cartas dirigidas a Amenofis IV (o Amenhotep IV), rey de Egipto. Velikovsky y Courville documentan que la asignación de este rey y de las cartas al siglo XV a.C. no es sostenible, y que se refiere a la época de Acab y Josafat, durante un período entre 870 y 840 a.C., aproximadamente (cf. Courville y Velikovsky), Así, se debe reconocer la gran antigüedad de las menciones de Urusalima en las tabletas de Ebla, en tanto que Tell el-Amarna nos da unos documentos relativamente mucho más recientes, del siglo IX a.C. en la cronología revisada, frente a la asignación al siglo XV a.C. en la cronología comúnmente divulgada.
Estructura escalonada de piedra en Ophel, ha sido datada hacia el 900 a.
II. La ciudad.
1. Situación. Jerusalén se halla en una meseta sobre la cordillera central que constituye el eje dorsal de Palestina, en uno de sus puntos más elevados (800 m. sobre el nivel del Mediterráneo). Se halla a la misma latitud que la extremidad septentrional del mar Muerto. Excepto en su parte norte, la ciudad está separada del resto de la meseta por profundos barrancos o torrenteras. Este promontorio está cortado a su vez por una depresión llamada Tiropeón; esta depresión desemboca en el ángulo sureste del promontorio, en la unión de los barrancos meridional y oriental (Hinom y Cedrón, respectivamente). Subiendo desde allí, el Tiropeón se extiende hacia el norte en un arco, a lo largo de más de 1,5 km.; a la mitad, desde la zona cóncava, proyecta una ramificación que se dirige directamente hacia el oeste. Ésta era la configuración original de la localidad; pero, con el curso de los siglos, los trabajos urbanos y las devastaciones de las guerras rebajaron las alturas y terraplenaron las depresiones. Las ramificaciones de estos valles rodean tres colinas principales: una al este, otra al sudeste, y otra al noroeste. (a) La colina oriental es un monte que se extiende de norte a sur a lo largo de casi 1 km.; dominando desde una altura entre 60 y 90 m. los valles que la rodean, se aplana en su parte meridional. Al norte, una ramificación del barranco oriental casi aislaba esta colina, en la antigua topografía, de la meseta de la que forma parte. Su cumbre tiene una altura media superior a los 731 m. Al sur, una ligera depresión de unos 30 m. de longitud y de una profundidad de 12 m. en algunos lugares, salía de la llamada «fuente de la Virgen», y se dirigía al noroeste, en dirección al valle del Tiropeón. (b) La colina oblonga del suroeste, la más grande de las tres, tiene un contrafuerte que se proyecta hacia el noreste. Esta colina se levanta formando un pico sobre los valles circundantes. Su gran cumbre se detiene al principio a una altura de 731 m. y después sube hacia el oeste hasta 775 m. (c) La tercera colina es una proyección de la meseta, más que un cerro aislado. Se halla al norte de la colina anteriormente descrita, a unos 746 m.; se hallaba incluida dentro de la ciudad antes de la era cristiana. Estas tres colinas y sus barrancos protectores hacían de Jerusalén una ciudad inexpugnable (2 S. 5:6), rodeada y dominada además por otras alturas (Sal. 125:2).
La Puerta de Damasco hacia 1900
El barranco oriental es el valle del Cedrón. Hacia el este, a partir del valle del Cedrón se halla el monte de los Olivos, frente a las colinas de la ciudad. El monte orientado en dirección norte-sur es la colina del Templo, llamada, al menos en la zona donde estaba el santuario, monte de Moria. Su extremidad meridional, más baja, llevaba el nombre de Ofel. El valle situado al oeste de esta colina es el Tiropeón, en el que está situado, en el extremo meridional de la colina, el estanque de Siloé. El valle de Hinom (de donde viene el nombre Gehena) va desde el extremo noroeste de la ciudad hasta el suroeste; de allí, gira hacia el este, y se une con el valle del Cedrón. Al norte del Templo se halla el estanque de Betesda.
Situación de la altura llamada «Monte Sion». Este problema ha recibido tres soluciones principales:
- (1) El monte Sion sería la colina del suroeste. Esta opinión ha prevalecido desde el siglo IV. (a) Sion era la ciudad de David (2 S. 5:7–9); Josefo dice que David dio a la ciudad alta el nombre de «cindadela», y era indudablemente la colina del suroeste (Guerras 5:4, 1). Por ello, es singular que Josefo no le dé explícitamente el nombre de Sion. (b) El cap. 3 de Nehemías, donde tiene tanta importancia la reconstrucción de las murallas, permite ver que Sion no formaba parte de la colina del Templo. (c) El carácter sagrado de Sion se explica porque el arca reposó muchos años en este lugar, del que David cantó la santidad (2 S. 6:12–18; 1 R. 8:1–4; Sal. 2:6). El nombre de Sion vino a ser así el título de nobleza de Jerusalén y servía para designarla, en su conjunto, como ciudad santa (Sal. 48; 87; 133:3);
- (2) El monte Sion era la colina del noroeste (Warren). Esta eminencia ha sido identificada con el sector de la ciudad que Josefo denomina Acra y que, en griego, significa ciudadela. Si este historiador la denomina ciudad baja es porque había venido a serlo en su época; originalmente, la ciudadela se alzaba más elevada. Simón Macabeo la abatió porque dominaba el Templo (Ant. 13:6, 7). Primitivamente, esta colina del noroeste había sido un lugar adecuado para una fortaleza jebusea.
- (3) El monte Sion era una parte de la colina del Templo. Los principales argumentos en favor de esta opinión: (a) La colina del Templo sigue siendo la más adecuada para una fortaleza. (b) De la Puerta de la Fuente se subía al Templo en una ascensión gradual desde la ciudad de David, más allá de la Puerta de las Aguas (Neh. 12:37). Estas escaleras pueden ser las que se han descubierto que ascienden por la colina a partir del estanque en el extremo meridional. (c) Los términos que hablan de Sion como lugar santo no son aplicables a toda la ciudad, pero tienen su explicación si el Templo se levantaba sobre el monte Sion. Éste, efectivamente, recibe el nombre de santo monte, morada del Señor, monte de Jehová (Sal. 2:6; 9:11; 24:3; 132:13). (d) En 1 Mac. 1:33–38, Sion es el monte del Templo. La distinción constante que se hace entre la ciudad de David y el monte Sion, lugar del santuario, demuestra que el sentido de estas expresiones había cambiado desde la época en que eran sinónimas (2 S. 5:7). La explicación más sencilla es que el monte Sion formaba parte de la colina del Templo. Por extensión, se daba frecuentemente el nombre de Sion a toda la colina del Templo, en tanto que la expresión «ciudad de David» había tomado también un sentido más amplio, designando toda la ciudad de Jerusalén (2 S. 5:7; Ant. 7:3, 2), comprendiéndose en esta designación los nuevos suburbios de las colinas vecinas, rodeados de fortificaciones. El término «ciudad de David» podía incluir o excluir el santuario, según la oportunidad. Los sirios construyeron una fortaleza en la ciudad de David, pero Judas Macabeo entró, y se apoderó del Templo en el monte Sion (1 Mac. 1:33ss.; 4:36ss.). Esta tercera solución tiene todos los visos de verosimilitud. Sion, la ciudadela de los jebuseos, con cuatro puertas, ocupaba la extremidad meridional de la colina oriental al sur del Templo, al sur también de la depresión transversal. Ciertas secciones de antiguas murallas han sido exploradas, y se les asignan fechas del tercer milenio a.C.
Edificios célebres en la época de Cristo. Además de las fortificaciones ya descritas, había numerosos edificios que suscitaban la emoción en los israelitas piadosos y patriotas. Ante todo, el Templo. La gran colina rocosa sobre la que se levantaba la torre Antonia limitaba parcialmente el lado septentrional de la zona del Templo. Una guarnición romana guardaba la torre Antonia. Al oeste del Templo se levantaba la casa del Concilio; era probablemente donde se reunía el Consejo general de la nación, llamado Sanedrín. Algo más al oeste, al otro extremo del puente que, enlazando con el pórtico occidental del Templo, salvaba el Tiropeón, se hallaba el gimnasio, llamado también xystos. Este establecimiento, aborrecido por los judíos, propagaba el paganismo griego. El palacio de los Hasmoneos, que evocaba el heroísmo de los macabeos, dominaba el gimnasio y, más allá del valle, miraba al santuario. Un poco más allá, al norte del Templo y al este de la torre Antonia, se hallaban las aguas curativas del estanque de Betesda. Más al oeste, en el distrito situado frente al Templo, se levantaba el magnífico palacio de Herodes, con sus inexpugnables torres. Ésta era la residencia de los procuradores cuando visitaban Jerusalén. Al sureste de la ciudad se hallaban la piscina de Siloé y, en sus cercanías, los sepulcros de los reyes. El inmenso anfiteatro de Herodes el Grande debía hallarse por estos lugares (Ant. 15:8, 1). Es posible que haya aquí una confusión con el hipódromo situado al sur del Templo (Guerras 2:3, 1), porque parece que se celebraban carreras de carros además de combates con leones y entre gladiadores (Ant. 15:8, 1). El hipódromo sirvió ocasionalmente como cárcel (Ant. 17:9, 5; Guerras 1:33, 6). Entre los otros edificios está la casa del sumo sacerdote (Mt. 26:3; Lc. 22:54; Guerras 2:17, 6); la casa de los registros, cerca del templo (Guerras 2:17, 6; 6:6, 3); el palacio de la reina Elena de Adiabene, que había sido prosélita (cf. los mismos pasajes de Josefo).
Modelo de Jerusalén, que representa la ciudad durante el período tardío del Segundo Templo.
III. Historia de la ciudad.
- 1. La ciudad cananea. Si la Salem de Melquisedec se corresponde con Jerusalén, según la opinión tradicional, esta ciudad es mencionada por primera vez en la época de Abraham (Gn. 14:18). La mención de Jerusalén en las tabletas de Tell el-Amarna (véase AMARNA) se asigna generalmente al siglo XV a.C. En base a una investigación crítica, estas tabletas resultan corresponder, en realidad, al siglo IX a.C. Cuando los israelitas penetraron en Canaán, el rey cananeo de Jerusalén fue derrotado, con sus aliados, por Josué en Gabaón y en la bajada de Bet-horón (Jos. 10:10). Sin embargo no se lanzaron contra Jerusalén; fue atribuida a la tribu de Benjamín. Estando en los confines de Judá, la ciudadela dominaba una parte del territorio de las dos tribus (Jos. 15:8; 18:28). Después de la muerte de Josué, durante la guerra que las diversas tribus mantuvieron costra los cananeos que vivían dentro de sus fronteras, Judá atacó a Jerusalén, tomándola e incendiándola (Jue. 1:8), pero parece que no pudo apoderarse de la ciudadela; tampoco lo consiguió Benjamín (v. 21). Ésta es la razón de que la ciudad reconstruida siguiera estando controlada por la fortaleza jebusea, y que sus moradores fueran también jebuseos. Los israelitas se sentían avergonzados de que hubiera, en el mismo centro de su país, una fortaleza extranjera (Jos. 15:63; Jue. 1:21; 19:11, 12). Y así se mantuvo la situación al comenzar la carrera de David. Volviendo del campo de batalla, el vencedor de Goliat pasó por Jerusalén y dejó allí la cabeza del filisteo (1 S. 17:54). Al venir a ser rey de todo Israel, David pudo hacer uso de la unidad, entusiasmo y obediencia del pueblo, así como la resolución de la rivalidad existente entre Judá y Benjamín. Dirigió acto seguido a sus tropas contra la irreductible ciudad. A pesar de las burlas de sus moradores, que consideraban que sus muros eran inexpugnables, se apoderó de ella (2 S. 5:6ss.).
- La ciudad israelita. David hizo de Jerusalén la capital del reino, y emprendió la tarea de hacer de ella el centro religioso de la nación. El arca no tenía morada desde que el Señor había abandonado Silo, y el rey la llevó a Jerusalén, erigiéndole un tabernáculo decoroso y se dedicó a reunir los materiales para la construcción de un santuario (2 S. 6–7). Su hijo Salomón erigió el espléndido Templo, rodeándolo de murallas, que le dieron el aspecto de una fortaleza, y se construyó además un palacio que igualaba al Templo en esplendor (1 R. 6–7). Pero, bajo el reinado siguiente, Sisac, rey de Egipto (identificado por Velikovsky y Courville como Tutmose III, en la cronología revisada de Egipto) penetró en Jerusalén, llevándose los tesoros del Templo y del palacio real (1 R. 14:25–27); después de algo más de 80 años, hordas árabes y filisteas tomaron por poco tiempo la ciudad y la saquearon (2 Cr. 21:17). A pesar de estas vicisitudes, la población fue en aumento; se empezó a diferenciar entre los diversos distritos de Jerusalén (2 R. 20:4; 22:14). Antes del inicio del siglo VIII a.C., una prolongación de la muralla englobaba un suburbio de la colina del noroeste. Se trataba del distrito comercial, que siguió siéndolo aún después del exilio y hasta la destrucción de Jerusalén por Tito (Guerras 5:8, 1). La puerta de las Ovejas y la del Pescado se hallaban en este sector, que estaba situado a lo largo del valle llamado Tiropeón (de los comerciantes del queso). Bajo el reinado de Amasías, rey de Judá, los israelitas del reino del norte destruyeron una parte de las fortificaciones al norte de la ciudad, y se apoderaron de los tesoros del Templo y del palacio (2 R. 14:13, 14). Uzías y Jotam, reyes de Judá, repararon las destrucciones y aumentaron las defensas, erigiendo nuevos torreones (2 Cr. 26:9; 27:3). Es posible que tuvieran que reparar muchos otros desastres además de los causados por la guerra, porque bajo Uzías Jerusalén sufrió los efectos de una fuerte convulsión tectónica (Am. 1:1; Zac. 14:5; Ant. 9:10, 4). Los israelitas del reino del norte, aliados con los sirios, asediaron la ciudad durante el reinado de Acaz, pero en vano (2 R. 16:5). Este rey de Judá, entregado a la idolatría, hizo, poco después del asedio, extinguir las lámparas del santuario y detener los holocaustos, ordenando el cierre del Templo (2 R. 16:14ss.; 2 Cr. 28:24; 29:7). Ezequías volvió a abrir el Templo, restableciendo el culto; sin embargo, para detener el ataque de los asirios, les tuvo que entregar el tesoro real, el del santuario, y las planchas de oro de que estaban revestidas las puertas del Templo. Pero esto sólo fue un alivio pasajero, porque al final los ejércitos de Asiria pusieron sitio a Jerusalén (2 Cr. 29:3; 2 R. 18:15, 16). Sin embargo, el ángel del Señor azotó al ejército enemigo, librando a Jerusalén de una manera prodigiosa (2 R. 19:35). Cuando Manasés volvió de su breve cautiverio en Babilonia, construyó murallas y mejoró las fortificaciones (2 Cr. 33:14).
Durante los reinados del hijo y nieto de Josías, varios reveses abrumaron la ciudad. Bajo Joacim, Nabucodonosor asedió Jerusalén y entró en ella, encadenó al rey, y terminó liberándolo, pero se llevó consigo a una buena cantidad de jóvenes príncipes y de objetos de gran precio del Templo (2 R. 24:1; 2 Cr. 36:6; Dn. 1:1). Después Nabucodonosor volvió, vació el tesoro real y el del Templo, se apoderó del resto de los utensilios de oro y de plata del santuario, llevó cautivo al rey Joaquín a Babilonia, deportando asimismo a los más útiles de los moradores de Jerusalén, soldados, artesanos, herreros, etc. (2 R. 24:10–16). Nueve años más tarde, bajo Sedecías, Nabucodonosor atacó Jerusalén por tercera vez; la asedió durante dos años, provocando una terrible hambre. Finalmente, los atacantes consiguieron abrir una brecha en las murallas; incendió el Templo, los palacios, demolió las murallas, y deportó al resto de los habitantes, excepto a los indigentes (2 R. 25). Jerusalén estuvo en ruinas durante cincuenta años. Zorobabel, acompañado de 50.000 israelitas, volvió el 538 a.C. Al inicio del año siguiente, echó los cimientos del Templo (Esd 2:64, 65; 3:8). Hacia el 444 a.C., Nehemías reconstruyó la muralla. Los persas tenían entonces el dominio, que recayó a continuación en los macedonios, bajo Alejandro Magno. El 203 a.C., Antíoco Epifanes se apoderó de Jerusalén, que cayó en manos de Egipto el 199 a.C. El 198 a.C., la ciudad abrió sus puertas a Antíoco, que se presentaba como amigo. El 170 a.C., Antíoco se hizo el dueño de Jerusalén, profanando el Templo acto seguido; los macabeos se alzaron en armas el 165 a.C. Judas volvió a tomar la ciudad y purificó el Templo. Los reyes de la dinastía hasmonea erigieron cerca del Templo una ciudadela que recibió el nombre de Baris, es decir, «la Torre» (véase ANTONIA). Pompeyo se apoderó de Jerusalén el 63 a.C., demoliendo una parte de las murallas. Craso saqueó el Templo el 54 y los partos entraron a saco en la ciudad el año 40. Herodes el Grande se apoderó de Jerusalén el 37 a.C., reparó las murallas, construyó diversos edificios para embellecer la ciudad, reconstruyó el Templo, y le dio un esplendor que contrastaba con el carácter relativamente humilde del Templo de Zorobabel. Comenzado entre el 20 y 19 a.C., el Templo no quedó totalmente acabado durante la vida terrenal de nuestro Señor. Herodes fortificó la ciudadela, llamándola Antonia. Al morir, Jerusalén tenía dos murallas que la rodeaban, totalmente o en parte, en tanto que en la época de Salomón sólo había tenido una. Herodes Agripa comenzó una tercera línea de murallas, hacia el 42 o 43 d.C., unos doce años después de la crucifixión. El 70 d.C., los romanos, conducidos por Tito, ocuparon Jerusalén, después de haber destruido o incendiado, durante el asedio, el Templo y casi toda la ciudad. El general romano demolió las murallas, excepto una parte de la línea occidental, y las tres torres de Hippicus, Fasael y Mariamne (Guerras 7:1, 1). - Jerusalén después de Tito. Bajo el emperador Adriano, los romanos emprendieron la reconstrucción de Jerusalén como ciudad pagana, que mantenían frente y contra los judíos; ésta parece haber sido la causa principal de la revuelta judía dirigida por Bar-Kokeba, entre el 132–135 d.C. El alzamiento fue aplastado, y se reemprendió y finalizó la construcción de la ciudad. El nombre de Jerusalén fue reemplazado por el de Colonia Aelia Capitolina: Colonia, porque se trataba de una colonia romana; Aelia, en honor de Adriano, cuyo nombre propio era Aelio; Capitolina, porque la ciudad fue dedicada a Júpiter Capitolino. Se erigió un templo a esta divinidad pagana, sobre el emplazamiento de los antiguos templos de Salomón, Zorobabel y Herodes. Les quedó prohibido a los judíos, bajo pena de muerte, que entraran en la ciudad. Esta prohibición no afectaba a los cristianos que, sin duda alguna, ya se distinguían netamente de los judíos para aquel entonces. El nombre de Aelia persistió durante muchos siglos. El emperador Constantino levantó, la principio de una manera parcial, y después total, la prohibición que excluía a los judíos de la ciudad santa. El 326 Elena, la madre del emperador, erigió un santuario sobre el monte de los Olivos. El 333 se comenzó, por orden de Constantino, la construcción de la iglesia de la Anástasis, señalando el supuesto emplazamiento del Santo Sepulcro (véase CALVARIO). El 614, conducidos por su rey Cosroés II, los persas asaltaron Jerusalén. Dieron muerte a gran número de sus moradores, y deportaron a Persia a los supervivientes, e incendiaron la iglesia del Santo Sepulcro. A la muerte de Cosroés, el 628, el emperador romano Heraclio recuperó Jerusalén. El 638, la ciudad se rindió a los árabes, liderados por Omar (ʾUmar). ʾAbd-al-Malik erigió, el 691, la magnífica Cúpula de la Roca (que los europeos llaman, erróneamente, la «mezquita de Omar»). Este edificio se halla sobre el emplazamiento del Templo, encima de las rocas de Moria, el posible emplazamiento del sacrificio no consumado de Isaac (Gn. 22:2; 2 Cr. 3:1). Cerca de la cúpula, en el sector meridional de la zona sagrada, ʾAbd-al-Malik construyó otra mezquita, quizá sobre el lugar de una iglesia anterior. Esta mezquita se llama al-Masjid al-Aksa (la mezquita más alejada), pero esta expresión designa también el conjunto de edificios sagrados de esta zona. Al-Haram al-Sharĩf (el noble santuario) es otro nombre aplicado a este grupo de construcciones. Durante la época en que los musulmanes de raza árabe reinaron sobre Jerusalén, los peregrinos cristianos que iban a visitar los lugares santos fueron tratados de diversas maneras. En una ocasión, un soberano fatimita incendió la iglesia del Santo Sepulcro; pero, por lo general, los árabes se mostraron tolerantes. Cuando, el 1077 d.C., los turcos (seldyúcidas) remplazaron a los árabes, la situación cambió. Los ultrajes y la opresión de estos últimos provocaron la reacción de los reinos de la Europa occidental y central, lo que provocó las Cruzadas. El 15 de julio del 1099, durante la primera de estas expediciones político-religiosas, Jerusalén fue tomada por asalto; se fundó entonces un reino cristiano que duró 88 años. Durante la ocupación cristiana, los edificios adyacentes al Santo Sepulcro fueron agrandados y hermoseados, en tanto que iban surgiendo nuevos edificios por la ciudad. En 1187, el reino de Jerusalén cayó en manos de Saladino, sultán de Egipto y de Siria; en 1192, este último reparó las murallas, pero el sultán de Damasco las hizo desmantelar es 1219. Federico II, emperador de Alemania, obtuvo la posesión de la ciudad santa, en 1229, por un tratado que estipulaba que las murallas no serían restauradas. Diez años más tarde, sus moradores infringieron esta condición. En 1443, la ciudad se rindió incondicionalmente a los cristianos. Al año siguiente, los turcos (Khwãrizim) se apoderaron de Jerusalén y restablecieron el Islam. Al cabo de unos tres años, los egipcios echaron a los invasores de Palestina y se hicieron con Jerusalén hasta 1517, año en el que Jerusalén cayó en manos de los turcos otomanos. El más grande de sus sultanes, Solimán el Magnífico, construyó en 1542 la línea de murallas que sigue todavía en pie. Durante la Primera Guerra Mundial, los ingleses y la Legión Judía, encuadrada en el ejército inglés bajo las órdenes del general Allenby, conquistaron Palestina. Jerusalén se rindió el 9 de diciembre de 1917. Después de la primera guerra judeo-árabe (1947–48) y del renacimiento del Estado de Israel, Jerusalén quedó dividida entre los judíos y los árabes. El Reino de Transjordania consiguió conservar la Ciudad Vieja incluida dentro de las murallas, gracias a la acción de la Legión Árabe, dirigida por oficiales británicos y encabezada por el asimismo británico Sir John Bagot Glubb («Glubb Pachá»), mientras que los judíos conservaban los suburbios nuevos fuera del recinto amurallado, en una lucha tenaz. Así quedó la situación hasta el 7 de junio de 1967, durante la Guerra de los Seis Días, en que el ejército israelita, venciendo la encarnizada resistencia jordana, logró conquistar el sector oriental de Jerusalén y reunificar la ciudad, capital del actual Estado de Israel.
El Monte del Templo, sitio del Muro de los lamentos y del Domo de la Roca
Jerusalén en la actualidad
Desde la Antigüedad, la economía de Jerusalén dependió casi exclusivamente de los peregrinos ya que está ubicada lejos de los principales puertos de la región; Jaffa y Gaza. Desde la toma de la ciudad, el gobierno israelí consideró que la economía de Jerusalén no podía depender de su significado histórico y religioso.
Durante el mandato británico, una ley fue establecida requiriendo que todos los edificios fueran construidos de Meleke para preservar la característica estética e histórica única de la ciudad. Complementando esta arquitectura, que aún sigue en vigor, está el desincentivo de la industria pesada en Jerusalén; solo alrededor del 2,2 % de la tierra de Jerusalén es zonificación por «industrias e infraestructura.» Por comparación, el porcentaje de tierra en Tel Aviv zonificación por industrias e infraestructura es dos veces más alta, y en Haifa, siete veces más alta. Desde la toma de Jerusalén y su declaración como capital de Israel, el gobierno israelí ha sido el mayor inversor en la economía jerosolimitana, ofreciendo subsidios e incentivos para nuevas iniciativas en negocios y empresas emergentes. Al mismo tiempo, estando la mayoría de instituciones del Estado ubicadas en esta ciudad, una parte importante de la actividad económica se desarrolla en torno al sector público e institucional, con el propio gobierno generando gran número de empleos en el mercado local.
Solo el 8,5 % de la fuerza de trabajo del Distrito de Jerusalén es empleada en el sector de manufactura, que es la mitad del promedio nacional (15,8 %). Más alto que el porcentaje promedio son los empleados en educación (17,9 % contra 12,7 %); salud y bienestar (12,6 % frente a 10,7 %); comunidad y servicio social (6,4 % frente a 4,7 %); hoteles y restaurantes (6,1 % frente a 4,7 %); y la administración pública (8,2 % frente a 4,7 %).
A pesar de que Tel Aviv permanece en el centro financiero de Israel, un número creciente de compañías de alta tecnología se están trasladando a Jerusalén, con 12 000 empleos en 2006. El parque industrial del norte de Jerusalén Har Hotzvim es la sede de algunas de las mayores corporaciones de Israel, entre ellas Intel, Teva Pharmaceutical Industries, y ECI Telecom. Los planes de expansión para el parque industrial prevén un centenar de nuevos negocios, un puesto de bomberos, y una escuela, cubriendo un área de 530000 m² (130 acres).
Parque tecnológico en Har Hotzvim
Aunque muchas estadísticas indican crecimiento económico en la ciudad desde 1967, el este de Jerusalén ha quedado muy atrás en relación con el desarrollo de la parte occidental de Jerusalén. Sin embargo, el porcentaje de familias con personas empleadas es mayor para familias árabes (76,1 %) que para familias judías (66,8 %). La tasa de desempleo en Jerusalén (8,3 %) es un poco mejor que la media nacional (9,0 %), aunque la fuerza de trabajo civil se estima a menos de la mitad de todas las personas de 15 años en adelante – queda por debajo de la comparación a la de Tel Aviv (58,0 %) y Haifa (52,4 %).128
La pobreza de la ciudad ha crecido bastante en los últimos años; entre 2001 y 2007, el número de personas por debajo de la línea de pobreza creció un 40 %. En 2006, el ingreso per cápita mensual de un trabajador en Jerusalén fue de 5940 nuevos séqueles (NIS) (US $ 1410), NIS 1350 menor que la recibida por un trabajador en Tel Aviv
El Santuario del Libro alberga los Rollos del Mar Muerto.
Fuentes:
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