Lectura: Juan 5:17-20

Imitar a sus padres es algo muy normal entre los pequeños, por ejemplo, cuando el niño sentado en el auto toma su volante imaginario con determinación y espía de reojo a su papá mientras conduce, cuando están arreglando algún artefacto que se ha descompuesto en la casa, o cuando se ponen sus zapatos para caminar como ellos; por supuesto, los padres disfrutan mucho ver a sus hijos e hijas copiar sus acciones, aunque debemos tener cuidado pues también imitarán las malas acciones.

Podríamos pensar que Dios Padre sintió lo mismo al ver que su querido Hijo hacía exactamente lo que Él hacía: alcanzaba a los perdidos, ayudaba a los necesitados y sanaba a los enfermos. Jesús dijo: “el Hijo no puede hacer nada de sí mismo sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera” (Juan 5:19).

Nosotros, como hijos e hijas, somos llamados a hacer lo mismo: a ser “imitadores de Dios como hijos amados”, y a “andar en amor” (Efesios 5:1-2). A medida que vamos pareciéndonos más a Jesús, podemos amar como ama el Padre, perdonar como Él perdona, interesarnos como se interesa y vivir de manera que le agrade.

  1. Nos debe llenar de gozo poder copiar, con la ayuda y el poder del Espíritu, lo que Dios hace, sabiendo que nuestra recompensa es la sonrisa afectuosa y dulce de un Padre amoroso.
  2. Tal como los hijos tratan de imitar a sus padres, para los creyentes debe ser completamente normal y natural imitar al que merece ser imitado: Jesús.

HG/MD

“Por esto respondió Jesús y les decía: De cierto, de cierto les digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera” (Juan 5:19).