Lectura: Colosenses 3:8-17

Si desea devolverle su brillo a antiguas monedas de bronce, puede seguir un sencillo procedimiento que consiste en aplicarles un baño de ácido nítrico diluido; luego de unos minutos la suciedad acumulada será sustituida por el clásico brillo del bronce, y si la moneda no está muy deteriorada, se podrán apreciar los detalles de las imágenes que fueron estampadas en ellas.

Ciertamente sabemos que fuimos creados a la imagen de Dios (Génesis 1:26), pero debido a la entrada del pecado en el mundo, esa imagen ha sido desfigurada; no obstante, aun portamos su imagen.

En el momento que invitamos a Jesús a entrar en nuestra vida como Señor y Salvador, Él empieza a restaurar esa imagen a su forma original.  Nos transforma para hacernos iguales a Él (2 Corintios 3:18). Este proceso es llamado santificación, y consiste en despojarse de viejas conductas y vestirse de otras nuevas, para ser más como Él en su carácter y prioridades.  Como ejemplo de comportamientos que debemos desechar están: la “ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras groseras de su boca” (Colosenses 3:8); mientras que en contraposición: “vistámonos de amor” (Col.3:14).

  1. No existe forma mediante la cual, por nuestros propios medios, podamos ser restaurados a nuestra imagen original; tan sólo existe una forma, confiar en Jesús y su sacrificio salvífico, sólo así seremos perdonados y restaurados sin importar el daño que te hayas o te hayan hecho.
  2. Acercarse a Jesús nos hace ser más semejantes a Él en lo que respecta a su carácter y prioridades.

HG/MD

“Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18)