Lectura: Mateo 26:36-42
Debido a que crecí en un lugar donde era muy común que las personas se dedicaran a la agricultura; o sea, a sembrar diferentes productos de consumo diario como medio económico para mantener a sus familias, esta es una de las actividades con las que me identifico profundamente.
De hecho, muchos de nuestros antepasados crecieron en medio de granjas y era común que las familias tuvieran sus propias huertas, lo cual los apasionaba y los ayudaba con su economía.
En mi caso, me gusta mucho cultivar plantas que producen flores hermosas y cuidar rosas que llenan de perfume y belleza nuestro jardín, lo cual es un pasatiempo maravilloso. Si no fuera por las malezas que a menudo crecen por doquier, ¡todo sería perfecto!
Cuando tengo que luchar contra las malezas, inmediatamente recuerdo el huerto de Edén; un jardín que era perfecto hasta que Adán y Eva desobedecieron a Dios. Entonces, los espinos y los cardos se convirtieron en una realidad para todos nosotros (Génesis 3:17-18).
La Biblia también menciona otro huerto: Getsemaní, donde nuestro Señor Jesús tuvo que pasar por una angustia terrible y hasta le rogó a su Padre que buscara otra manera de revertir las consecuencias del pecado que comenzaron en Edén. No obstante, Jesús se sometió a su Padre con palabras de total obediencia ante aquel gran dolor: “Hágase tu voluntad” (Mateo 26:42). Debido a que Jesús se sometió, ahora nosotros cosechamos los frutos de una gracia asombrosa e inmerecida.
- Dejemos que el Señor quite la maleza del pecado en nuestra vida.
- Sembremos las semillas del evangelio para que puedan dar fruto que prevalezca en la eternidad.
HG/MD
“Por segunda vez se apartó y oró diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26:42).
0 comentarios