Lectura: Filipenses 4:1-9
Hace algunos meses murió Pat Filmore, ella desarrolló una extraordinaria vida misionera en Nueva Guinea Occidental. Durante 40 años de su vida fue enfermera de profesión y misionera por elección; enseñó a leer a muchos, ayudó a enfermos, colaboró en la construcción de pozos sépticos y hasta de pistas de aterrizaje, y por supuesto dio clases de Biblia.
Conozco muchas historias de hombres y mujeres, quienes han sido creyentes extraordinarios que han dedicado la vida a sus semejantes, más nunca había oído mencionar a Pat, hasta que un amigo me contó su historia de amor por sus semejantes y por el Señor.
Al igual que Pat, existen miles de creyentes que cumplen un papel importante en la obra del Señor, aunque pasen inadvertidos, sin que la gente de su generación los note o reconozca. Al igual que esos héroes desconocidos, han existido muchos en la historia; el apóstol Pablo los llama: “mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida” Filipenses 4:3c, a los cuales el Señor recompensará por sus servicios (Col.3:23-24).
Quizás ayudes gratuitamente a niños con problemas en su hogar, o dediques alguna parte de tu salario a las obras caritativas sin decirle a nadie, o estés presente parte del verano en un campamento para niños sin recibir pago. Puede ser también que ayudes con tus cuidados en el hogar de ancianos, o hayas compartido el mensaje de salvación con un desconocido. En ese caso eres un héroe no reconocido, excepto a los ojos de Dios.
- No hay un servicio para Dios que sea insignificante.
- Sigamos el ejemplo de Pablo: “Con gusto me desgastaré por ustedes y también gastaré todo lo que tengo, aunque parece que cuanto más los amo, menos me aman ustedes a mí” (2 Corintios 12:15).
HG/MD
“Y te pido a ti, mi fiel colaborador, que ayudes a esas dos mujeres, porque trabajaron mucho a mi lado para dar a conocer a otros la Buena Noticia. Trabajaron junto con Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida” (Filipenses 4:3).