Lectura: Hechos 20:7-12
En una encuesta realizada en el 2020, la empresa Royal Philips encuestó a más de 13.000 adultos en 13 países para recabar información sobre actitudes, percepciones y comportamientos en torno al sueño. Uno de los resultados más interesantes es que el 51% de los encuestados percibió que tenía problemas con el sueño e indicaron que presentaban alguno de estos síntomas: la excesiva somnolencia diurna, la falta de concentración, falta de memoria, cefaleas matutinas, cansancio extremo, insomnio, irritabilidad, mal humor, entre otros.
Los problemas del sueño no son nuevos. A Jacob aparentemente le resultaba difícil dormirse. Él le dijo a su tío Labán: “el sueño huía de mis ojos. Así he pasado veinte años en tu casa” (Génesis 31:40-41). Debe haber estado bastante tenso debido al insomnio durante tanto tiempo.
El sueño no era el mayor problema de Jacob, pero debe haber empeorado todos los demás. En su caso, los problemas de relaciones familiares parecen haber sido una consecuencia. “Jacob se enojó y recriminó a Labán…” (31:36). Finalmente, los dos hombres se separaron amigablemente. Pero fue el fin de su relación y cada uno se fue por su camino.
En el libro de los Hechos también se nos narra de un hombre llamado Eutico quien tuvo problemas con el sueño, tanto que en realidad lo mató. Se quedó profundamente dormido y se cayó de cabeza desde la ventana de un tercer piso. Gracias a Dios, Pablo estaba allí para resucitarlo, y Eutico vivió para contar la historia (Hechos 20:7-12). Si te duermes en el volante podrías no vivir para contarlo, o tal vez tengas que luchar con la culpa de herir a otra persona.
Los problemas con el sueño también pueden tener consecuencias espirituales. Los discípulos acababan de comer en la Pascua y luego se fueron a caminar con Jesús (Marcos 14:12-26,32). Quizás pensaron que se trataba sólo de otra caminata después de cenar, nada especial; pero Jesús sabía que no era así. Él vio venir la muerte y necesitaba que sus amigos estuvieran ahí para apoyarlo. Pero en lugar de eso, ellos cerraron los ojos somnolientos sin importarles la tristeza de Jesús y pasaron esos últimos momentos con Él viendo la desilusión en sus ojos. “No sabían qué responderle” (v.40).
Así que, si tienes problemas con el sueño no eres él único que los ha tenido, pide a Dios que te ilumine, busca la causa y trata de resolverlo, no olvidando que el Señor nos proveyó del sueño para descansar del ajetreado día y volver al día siguiente con nuevas fuerzas como las águilas (Isaías 40:31).
- No permitas que el cansancio limite tu tiempo con Dios, organiza mejor tu día.
- Siempre debe haber un tiempo para trabajar, pero también para descansar.
HG/MD
“Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán.” (Isaías 40:31).