Lectura: Romanos 8:1-10
Un creyente trabajaba para una compañía petrolera en Singapur cuando un inspector de otra nación fue de visita para verificar una carga de gasolina destinada para su país, que estaba en guerra. Cuando escuchó el estruendo de aviones de guerra que volaban sobre nosotros, instintivamente corrió en busca de refugio. Avergonzado, explicó: «Lo siento, pensé que estaba en mi país». Reaccionó como lo habría hecho si hubiese estado en su tierra devastada por la guerra.
Para el cristiano, es fácil volver a sumergirse por puro hábito en las viejas costumbres del pecado, debido a las muchas tentaciones de este mundo. Aun cuando estamos «en Cristo Jesús» (Romanos 8:1), a veces vivimos como si estuviésemos «en el pecado» (Romanos 8:4).
Dios pagó un precio sumamente alto para sacarnos del reino del pecado, «enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado» (v.3). Ahora debemos ser gobernados por «la ley del Espíritu de vida» y no por «la ley del pecado y de la muerte» (v.2). El apóstol Pablo nos insta a pensar según «las cosas del Espíritu» (v.5). Esto significa que establecemos nuestra dirección a partir de la Palabra de Dios, en base a la guía de Su Espíritu.
1. Cuando te sientas tentado a sumergirte en antiguas costumbres pecaminosas, ¿permitirás que, en vez de ceder, el Espíritu Santo que mora en ti te ayude a vivir de manera más coherente con tu posición «en Cristo»?
2. Cuando naces de nuevo, te conviertes en ciudadano del cielo. Si de verdad lo crees tu vida debe mostrarlo
NPD/CPH