Lectura: Romanos 2:1-10
En el frío quirófano un joven esperaba las instrucciones de las personas que lo iban a operar. En ese momento, un cirujano se puso de pie junto a él y le dijo las siguientes palabras en un tono lleno de insensibilidad: “Si quieres decir algo antes de que te administremos la anestesia, ahora es tu oportunidad, ya que debo advertirte que pueden ser las últimas palabras que jamás pronunciarás en este mundo”. El joven inmediatamente comprendió todo lo que implicaba esto, ya que su lengua le iba a ser retirada debido a un cáncer. ¿Qué palabras debería elegir para esta ocasión? Después de una larga pausa, dijo: “Gracias a Dios por Jesús”.
De nada nos sirve si tenemos todo lo que ofrece este mundo, posesiones temporales o la salud física, si no tenemos el regalo de la salvación, esa es una tragedia de proporciones y consecuencias eternas (Romanos 6:23).
La Biblia nos enseña muy claramente que, si no reconocemos nuestra necesidad de un Salvador, lo que cosecharemos será perdición y miseria (Romanos 2:4-10).
Apropiarse ferozmente y apreciar de sobremanera las cosas temporales que ofrece este mundo, tan solo demostrará nuestra falta de precisión a la hora de elegir, debemos preferir y escoger el mayor don de todos: Jesús. Conocerlo de corazón es el núcleo de toda verdadera bendición. Toda la alabanza agradecida debe surgir de corazones que puedan exclamar: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).
Hoy, al igual que hace más de 2000 años, estamos en la incertidumbre del sábado, a la espera de los sucesos por venir; sin embargo, sabemos que, así como Jesús resucitó al tercer día, un día regresará por nosotros debido a lo hecho por nuestro Salvador, y por esto debemos decir con fe: “Gracias a Dios por Jesús”.
- El mejor de los regalos es la salvación por medio de Jesús, y dentro de los acontecimientos que tiene incluido es su regreso por nosotros (1 Tes.4:13-18).
- ¡Gracias a Dios por Jesús! ¿Podemos decir lo mismo?
HG/MD
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).