Lectura: Hechos 26:1-8; 24-32
Nickolas, un hombre que ya casi ronda los 90 años, cuenta su experiencia de niñez en un país comunista, comenta que en la escuela era señalado por sus amigos y profesores porque se negaba a ser parte de actividades que exaltaban ese tipo de pensamiento. Debido a ello algunos de sus profesores le daban notas que no merecía y sus compañeros le jugaban bromas pesadas.
A pesar de esto y con los años, Nickolas logró que algunos de sus enemigos escucharan el mensaje de salvación, y llegó a servir como ministro en una iglesia local en la antigua Unión Soviética.
Nickolas no ha sido el único que ha tenido que sufrir a causa de su fe, el apóstol Pablo también vivió persecución en su vida y debido a ello fue llevado a diferentes juicios para hacerle frente a las acusaciones que hacían en su contra, uno de ellos fue ante Agripa y estando frente a él le dijo: “Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres” (Hechos 26:6). El testimonio que siguió a estas palabras fue claro y contundente, sin embargo, Agripa no quiso escuchar.
Cuando pones tu fe en práctica te lo aseguro, vas a llamar la atención de otras personas, esto abrirá puertas para compartir tu fe, pero también se abrirán puertas de odio y duda, y es en estos momentos cuando debes recordar las palabras de Pedro: “…estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:15).
- Cuando vengan las preguntas, recuerda que no tienes la responsabilidad de saber todas las respuestas, pero sí de prestar atención a ellas y buscarlas con otros que tengan un mayor conocimiento; pero te puedo asegurar que sí sabrás las respuestas a la mayoría de preguntas, ya que posiblemente son las mismas que tu tuviste en un principio.
- Una de las más poderosas herramientas para compartir tu fe en es tu testimonio, ya que nadie puede debatir sobre las maravillas de una vida cambiada por Jesús.
HG/MD
“Más bien, santifiquen en su corazón a Cristo como Señor y estén siempre listos para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes, pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:15).