Lectura: Salmos 51:1-19

José trabajaba restaurando tractores en su pueblo.  Una vez lo contactaron para ver si podía rescatar el viejo tractor que le había pertenecido al abuelo.  Había estado abandonado por muchos años en un granero, guardando polvo y herrumbre; no obstante, debido a la compra de uno nuevo, esta confiable máquina se había perdido en el olvido a pesar de los muchos años de servicio duro.

Cuando José logró al fin encender la envejecida máquina, estaba en tan malas condiciones que apenas si se podía mover unos cuantos centímetros, y hasta un juguete de un niño podía jalar una carga mayor.  Las correas estaban rotas, el sistema eléctrico apenas soportaba estar encendido y el carburador estaba complemente desajustado.

Pero con las manos expertas y cuidadosas de José, las cosas comenzaron a cambiar, sustituyó lo que tenía dañado y ajustó el carburador.  Al cabo de unos pocos días, el tractor volvió a la vida; cuando llegó el momento de arrancar el motor, sonaba como lo hizo cuando salió por primera vez del concesionario donde lo habían comprado, el motor ronroneaba como deseando salir de nuevo al campo a tocar nuevamente la tierra fértil de labranza.  Todo esto fue posible debido a las habilidades de restauración que había adquirido José en el transcurso de los años; ahora el tractor estaba listo para cumplir con la misión para la cual había sido diseñado.

En el Salmo 51, David nos muestra su corazón arrepentido por su terrible pecado con Betsabé y pide a Dios sinceramente, que restaure la comunión que una vez había disfrutado con Él.  La siguiente oración resume el estado de su corazón arrepentido: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí.  No me eches de tu presencia ni quites de mí tu Santo Espíritu.  Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente” (Salmos 51:10-12).

  1. Quizás hoy te sientas de la misma forma en que David se sintió, alejado de Dios debido a las malas decisiones que has tomado.  Recuerda que al igual que David, nunca es tarde para reconocer tus errores, hoy es el tiempo, arrepiéntete, pide perdón a Dios, colócate en sus manos expertas, Él te restaurará y nuevamente te hará un ser productivo para su obra.
  2. Nuestro Dios se especializa en la restauración.

HG/MD

“Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí” (Salmos 51:10).