Lectura: Lucas 5:27-32

Un noticiero hizo un reportaje sobre la ayuda a los drogadictos de la calle; una obra social muy conocida en la ciudad.  Al final del reportaje, el periodista dijo las siguientes palabras: “Definitivamente se debe reconocer el trabajo de las personas que dirigen este programa de rehabilitación de los habitantes de la calle, pero también es triste decir que están lidiando con un problema que no debería existir”.  Definitivamente esta es una verdad; no obstante, resulta inútil decir que no debería existir… ¡Existe!

De la misma forma como este reportaje concluye que este problema social no debería existir, el pecado tampoco debería existir.  No obstante, Dios sí sabía que íbamos a pecar y para esto preparó el sacrificio perfecto, el: “…Cordero, quien fue inmolado desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8).  En Romanos 5:8 Pablo reafirma este principio: “…siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Sin importar las circunstancias que nos han llevado a Dios, Él no se va a burlar de nosotros por pedirle que nos libre de nuestros pecados.  El Señor insistió en que vino al mundo para eso mismo, no a “llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).  Cuando nos arrepentimos, no solamente admitimos nuestros errores, sino que también nos alejamos de ellos y le damos la bienvenida al poder transformador de Dios.

El arrepentimiento es necesario para iniciar nuestra relación con Él.  Luego de esto entramos en un proceso de santificación diario, cuyo propósito es hacer Su voluntad, lo cual nos permitirá fortalecer nuestra relación con Dios y crecer espiritualmente.

  1. Si de verdad lamentas tus pecados querrás abandonarlos.
  2. No podemos ignorar la realidad del pecado que nos acecha diariamente; así tampoco podemos ignorar la realidad de la presencia de Espíritu Santo en nosotros, quien es más poderoso que cualquier pecado, ¿cuál realidad quieres que controle tu vida?

HG/MD

“No he venido a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32)