Lectura: Josué 9:1-16
Según estudios realizados, nuestra tendencia natural es confiar en las personas. No obstante, es una realidad que no todas las personas son confiables todo el tiempo.
Por ejemplo, algunas señales que delatan a una persona que está mintiendo son las siguientes: nerviosismo, sudoración excesiva, no hacer contacto con sus ojos, pausas al expresarse, entre algunas otras. Pero, aun con todas estas señales, los especialistas en seguridad dicen que sigue siendo muy difícil distinguir a un mentiroso de una persona que nos está diciendo la verdad.
Sin duda Josué lo experimentó en su encuentro con los gabaonitas. Cuando este pueblo se dio cuenta de que Dios le había instruido a Josué deshacerse de las naciones que estaban en tierra prometida, y al constarlo cuando vieron lo que les había pasado a sus vecinos (Josué 9:24), ellos simularon que procedían de una tierra lejana.
Para ello se vistieron con ropas desgastadas y sandalias remendadas diciendo: “esta ropa nuestra y nuestras sandalias están ya viejas a causa del camino tan largo” (v.13). Por un momento los israelitas sospecharon, pero finalmente decidieron, ¡no consultaron al Señor! (v. 14); entonces, de manera poco sabia, Josué hizo un tratado de paz con aquellos engañadores.
En este mundo muchas personas querrán ganarse nuestra confianza con fines no tan buenos: vendedores, consejeros y hasta familiares. Al tomar decisiones que involucren un compromiso económico significativo, o que comprometa planes personales y familiares, debemos preguntarnos, ¿puedo en verdad confiar en estas personas? Este tipo de decisiones no se hacen precipitadamente, ni deben estar basadas en nuestra “sabiduría”.
Lo mejor que podemos hacer primeramente es buscar dirección en la Palabra de Dios (Salmos 119:105), también en personas sabias (Proverbios 11:14) y por supuesto en Dios mismo (Santiago 1:5).
- La sabiduría que proviene de Dios nos ayudará a decidir en quién confiar.
- No seas sabio en tu propia opinión (Proverbios 3:7).
HG/MD
“No seas sabio en tu propia opinión: Teme al Señor y apártate del mal” (Proverbios 3:7).