Lectura: Hebreos 10:19-25
Según algunas encuestas existe un repunte de la creencia sobre la espiritualidad solitaria. Como resultado de este modo de pensar, la asistencia a las iglesias ha disminuido. Las creencias bíblicas cada día caen en el abandono y son reemplazadas por pensamientos meramente humanos; más y más las personas están buscando las respuestas a la vida en sí mismos, en la internet y en libros que no son la Palabra de Dios.
¡Cuán diferente era Jesús! Él tenía la práctica de asistir a los servicios ofrecidos en su sinagoga local (Lucas 4:16). No obstante, hoy las personas no siguen el ejemplo de Jesús, se conforman con lo que muchos han llamado “espiritualidad solitaria” y rehúsan alimentar sus almas con las alabanzas congregacionales, la oración mutua, la instrucción bíblica y la comunión edificante.
Reunirse regularmente con otras personas quienes también comparten nuestro amor por el Señor, es en sí una fuente de consuelo, inspiración y fortaleza emocional; la Palabra de Dios nos insta a no dejar de congregarnos (Hebreos 10:25).
Tampoco estamos diciendo que no deban existir espacios para la adoración individual, la oración a solas y los tiempos devocionales complementados con el estudio bíblico personal. Con esa misma confianza con que nos acercamos a Dios, debemos sentir la seguridad de compartir nuestros sueños y propósitos con nuestros hermanos y hermanas en la fe, tal y como lo dice el autor de Hebreos 10:24: “Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”.
- Aunque muchos no lo quieran aceptar, necesitamos los unos de los otros; en la vida cristiana no debe existir la espiritualidad solitaria. “En esto conocerán todos que son mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
- Los creyentes son como las brasas de carbón, juntos fulguran, separados se enfrían.
HG/MD
“No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca.” (Hebreos 10:25)