Lectura: Mateo 27:27-35
Los árboles son ejemplares hermosos que con sus innumerables hojas nos brindan sombra para refrescarnos en los días calurosos, dan abrigo entre sus ramas a diversos animales como las aves y ardillas. Además, con su madera podemos construir muebles, puertas y casas; incluso en algunas circunstancias su madera puede llegar a calentar nuestros hogares.
Al pensar en esta buena compañía que nos ha provisto el Señor, no podemos dejar de hablar de unos cuántos árboles muy importantes en la historia humana. Por ejemplo, el árbol del cual colgaba el fruto prohibido, y al cual Adán y Eva no pudieron resistirse (Gén.3:6); Dios usó este árbol para probar su confianza y lealtad. Por otra parte, nos encontramos con el árbol que se cita en el Salmo 1, el cual nos recuerda el fruto de una vida generosa; también en Proverbios 3:18, se nos dice que la sabiduría es personificada como el árbol de vida.
Sin embargo, el más representativo por sus implicaciones, es el árbol que cortaron en trozos y que se convirtió en el poste y travesaño más famosos de la historia, sobre los cuales pendió nuestro amado Señor, quien llevó sobre sí todo el peso del pecado en el mundo. Este sin duda es un árbol que nos recuerda el dolor, la ira, el amor, el sacrificio, pero sobre todo la salvación.
- Esa fría tarde sobre el lugar de la Calavera (Marcos 15:22), el Unigénito Hijo de Dios sufrió sobre una terrible cruz; ese árbol fue un instrumento de muerte y vida utilizado por Dios.
- La cruz de Cristo nos recuerda lo peor del pecado en el ser humano, pero al mismo tiempo nos revela lo mejor del amor divino.
HG/MD
“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados” (1 Pedro 2:24).