Lectura: 2 Corintios 5:16-6:2
Cuando apenas tenía 12 años, nuestro Señor Jesús se encontraba de visita en el templo de Jerusalén dijo. “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49).
Estas palabras deberían estar permanentemente en la boca de todos los creyentes. Sin embargo, ¿Cuántos de los que afirman ser hijos de Dios realmente están involucrados en su servicio?
En nuestro mundo siempre se nos ha impulsado a ser exitosos y eficientes en lo que hacemos, eso es lo que se espera de un buen trabajador, y muchas personas sienten una pasión genuina por esta filosofía. Muchos siguen al pie de la letra la forma de pensar del inventor y magnate del transporte de inicios del siglo XX Henry Ford, el cual decía: “No creo que un hombre pueda dejar nunca su negocio. Debe pensar en él día tras día y soñar con ello por las noches…Los hombres pensantes saben que el trabajo es la salvación de la raza moral, física y social. El trabajo no sólo proporciona un modo de vida, sino que nos da la vida.”
Las personas que viven de acuerdo con esta filosofía, deben recapacitar en su actuar y quizás empezar a considerar otras cosas de más valor en esta vida. Tal como lo expresa Jacob Marley, el fantasma arrepentido de la obra “Cuento de Navidad” (A Christmas Carol, en inglés) de Charles Dikens, quien exclamó: “¡Negocios! La humanidad debió haber sido mi negocio. El bienestar común…la caridad, la misericordia, la clemencia y la benevolencia debieron haber sido mi negocio”
No obstante, el creyente no se debe quedar con la idea de que basta con ser un buen ciudadano o una “buena” persona, debe ir más allá; todos los creyentes tenemos el privilegio y responsabilidad de compartir el evangelio con los que aún no le conocen: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Cor.5:20)
- Todos los hijos de Dios tienen un interés genuino y verdadero en los negocios de su Padre.
- El mensaje del evangelio debe ir acompañado por el buen testimonio de quien lleva el mensaje.
HG/MD
“Y así nosotros, como colaboradores, les exhortamos también a ustedes a que no reciban en vano la gracia de Dios” (2 Corintios 6:1)