Lectura: Colosenses 3:8-17

Realmente es indispensable que las obras de arte deterioradas por el tiempo sean restauradas, lo cual por supuesto demanda una experticia muy avanzada por parte de los artistas que realizan estos trabajos.

No obstante, aunque algunos de estos esfuerzos han preservado con destreza la obra original de los artistas, en ciertos casos, farsantes o mediocres han dañado la labor de genios, como, por ejemplo, estatuas griegas antiguas y, al menos dos pinturas de Leonardo da Vinci.

Con respecto a este principio, en su carta a los creyentes de Colosas el apóstol Pablo describió un proceso de restauración imposible en el mundo del arte: la restauración del pueblo de Dios. El apóstol escribió: “… porque se han despojado del viejo hombre con sus prácticas y se han vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento” (Colosenses 3:9-10).

Este proceso de restauración no es un intento de renovar la obra de un artista fallecido, es una restauración espiritual realizada por el Dios vivo, quien nos creó y nos dio nueva vida en su Hijo Jesucristo. Su gracia nos permite ver con mayor claridad su propósito para nosotros.

No temas, el lienzo de nuestra vida está en las habilidosas manos de nuestro Señor quien sabe bien para qué fuimos diseñados. No importa cuán sucios o dañados estemos a causa del pecado, siempre hay esperanza para una transformación y restauración completa.

  1. El Maestro Artista está vivo y obrando en nosotros.
  2. Permite que Dios restaure y transforme las partes de tu vida que requieren de su mano experta.

HG/MD

“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).