Lectura: Jeremías 12:1-17
Cuando le dieron el diagnóstico sabía muy bien que las cosas no iban a mejorar, se trataba de una enfermedad degenerativa que poco a poco le iría robando sus facultades físicas y mentales; después de todo nadie le tenía que contar o explicar las circunstancias por las que pasaría pues era una doctora, y se dijo a sí misma: “Sé que esperar”.
Luego de pasar la primera etapa de negación, aceptó su nueva realidad y que también dentro de esa realidad Su amado Señor Jesús estaría con ella hasta el fin; tan sólo le hizo una petición a Dios: “Sé que tú estás en control de todas las situaciones, pero si es tu voluntad, bríndame salud; sino dame fuerza para no desfallecer y continuar en mi camino de fe hasta que llegue mi final”.
En nuestra lectura devocional encontramos que el profeta Jeremías también estaba deprimido y desalentado. Sin embargo, fue en ese momento que el Señor le reveló lo que estaba pasando; era como correr con los soldados que iban a pie a la batalla (muy agotador y exigente), pero lo que le esperaba era como seguirle el paso a los soldados que iban a caballo (demandante al máximo) (Jeremías 12:5).
A Jeremías le esperaban una serie de calamidades que incluían la traición de los de su pueblo, el hambre, los desastres naturales, y finalmente la invasión de terribles enemigos.
Pero un rayo de esperanza penetró la oscuridad de toda aquella deprimente escena; si su pueblo y aun sus crueles invasores se arrepentían y depositaban su confianza en Dios, serían perdonados y podrían disfrutar de la calidez del amor de Dios.
- ¿Estás enfermo? ¿No tienes trabajo? ¿Tu familia te desprecia? ¿Estás preocupado por lo que pasará con esta pandemia? Si has depositado tu confianza en Dios, no te desanimes. El resultado final será glorioso para todos aquellos quienes hemos puesto nuestra fe en Dios, no lo olvides.
- Los problemas siempre serán más pequeños si los comparas con la grandeza de nuestro gran y todopoderoso Dios.
HG/MD
“Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33).