Lectura: 1 Corintios 1:17-29

Hay un cuento chino sobre un joven que capturó a un cachorro de tigre, lo llevó a casa, y lo crio enjaulado.  Años después el tigre se desarrolló por completo, y al hombre le encantaba alardear de lo feroz y poderoso que este era.  Sin embargo sus amigos se burlaban del animal diciendo: “Ese no es tigre salvaje, está totalmente domesticado”, “Este tigre es tan manso, como un gato viejo”.  Esto continuó hasta que un viejo sabio les escuchó y dijo: “Sólo hay una manera de saber si este tigre es feroz o no. ¡Abran la jaula!”. El joven sonrió, puso su mano en el picaporte, y retó a sus amigos, “¿Quieren probar a mi tigre?”

Muchas personas ven al evangelio de Jesucristo como una fantasía mansa y sin poder. Sin embargo, en 1 Corintios 1:18, el apóstol Pablo le denominó como el “poder de Dios.” Él usó la palabra griega: “Dunamis”, que es la raíz de donde obtenemos nuestra palabra dinamita.  Pablo dijo que para a un no creyente el evangelio es locura, pero cualquiera que esté dispuesto a creer, va a experimentar la “dinamita” de Dios.  La fuerza de un tigre, por supuesto, es destructiva y puede ocasionar la muerte, pero el poder del Evangelio siempre llevará a la vida y la libertad. Destruye la culpa y rompe el dominio de los hábitos pecaminosos.

1. Si hemos experimentado este poder, vamos a desafiar a otros a que “prueben el PODER del Evangelio”

2. Para experimentar el PODER de Dios, primero tenemos que reconocer que somos débiles.

NPD/JY