Lectura: Lucas 22:31-34; 54-62
Tan sólo piensa por un momento que puedes hacer todo lo que quieres, sin preocuparte de las consecuencias, que puedes tener éxito sin correr ningún tipo de riesgo, por ejemplo, estudiar la carrera que deseas sin importar que tengas que estudiar o hacer exámenes, o tener un matrimonio feliz sin trabajar ni un segundo para lograrlo.
La realidad, sin embargo, es que por más que lo desees, la vida no es así. Para obtener el éxito en cualquier área, es necesario pagar el precio de cada compromiso, y más aún, pagar el precio por tus fracasos.
Antes de que nuestro Señor fuera arrestado, un como siempre impulsivo Pedro, le aseguró lo siguiente: “Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte” (Lucas 22:33). No obstante, cuando esa intensión fue puesta a prueba, el “compromiso” de Pedro se derrumbó debido a la presión, e incluso negó conocer a Jesús no una sino tres veces (Lucas 22:56-60). Sin embargo, esto no significó el final del ministerio de Pedro.
Posteriormente, el Señor lo animó, y con palabras de desafío lo alentó a servirle (Juan 21:15-19). Y ahí no se quedaron las cosas, Pedro recibió al Espíritu Santo, predicó con valentía acerca de su amado Salvador (Hechos 2-12), y llegó al punto de estar encarcelado y dispuesto a morir por Jesús (Juan 21:18-19).
Podemos estar seguros de que nuestro compromiso por el Señor también será probado; seguramente en algún momento de nuestra vida nos equivocaremos y necesitaremos ser restaurados; en resumen, tendremos que pagar el precio, sufrir por un instante, o incluso por un tiempo extenso debido a una pérdida.
- La única forma en la cual conoceremos el verdadero gozo, es entregar nuestras vidas al Señor, reconociendo que como seres humanos no somos capaces de arreglar las cosas y que necesitamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
- Puedes estar seguro de que Jesús obrará de la misma forma que lo hizo con Pedro (Lucas 22:32).
HG/MD “Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.” (Lucas 22:32).