Lectura: 1 Juan 1:5-10
En 1829, Joseph Dixon (1799–1869) jamás imaginó que su pequeño invento tendría un impacto tan grande en todo el mundo; sin embargo, su verdadero auge inició durante la guerra civil de Estados Unidos, la cual generó una demanda asociada a un instrumento de escritura seco, limpio y portátil. Esto impulsó la producción en masa de lo que hoy conocemos como los lápices de grafito, mismos que marcaron el inicio del fin de las plumas de tinta. Con el transcurso del tiempo el único cambio sustancial en su diseño ha sido la añadidura de una goma para borrar.
Este sencillo instrumento se sigue usando para garabatear, bosquejar, calcular fórmulas complicadas, o componer poesía elevada. Asimismo, este invento permite corregir un error rápidamente, cambiar una cifra, o borrar y comenzar todo de nuevo.
Resulta interesante pensar que cada creyente escribe, por así decirlo, palabras y hechos en el registro de su historia personal. Por esta razón cuando hacemos un auto examen de nuestra vida podemos verificar si lo que hemos dicho y hecho, agrada o no al Señor.
En la primera epístola de Juan, el apóstol insta a sus lectores a tener un caminar recto y disfrutar de la comunión con Cristo, y de unos con otros. Pero, Juan era realista y sabía que algunas de las páginas de nuestra composición estarían marcadas por equivocaciones y fallas diarias. Esa es la razón por la que 1 Juan 1:9 es una promesa tan bendita. Nos dice que podemos usar la goma de borrar al pedir perdón a Dios y volver a comenzar nuestro andar de fe.
- Realiza un autoexamen de tu vida para ver si tiene manchas. Recuerda que tienes el borrador del arrepentimiento y perdón de Dios al alcance de una oración.
- Si aún no has tomado la decisión de entregarle tu vida a Cristo, este es un buen día, Él está listo para no sólo borrar los pecados de tu vida, sino también para convertirte en uno de los suyos (Juan 1:12) ¿Si no has hecho esta decisión, qué esperas?
HG/MD
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
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