Lectura: Efesios 2:8-10
Cuando amamos a una persona, por supuesto que anhelamos compartir con ella un propósito de vida común. La relación con nuestro Señor funciona de manera muy similar, nuestro Dios nos ama y espera profundamente nuestra participación en sus propósitos eternos.
Si bien es cierto nadie es indispensable para Dios, todos podemos ser importantes en Su equipo, y es por ello que, si no cooperamos de forma activa sirviéndole, difícilmente cumpliremos Su propósito para nuestras vidas.
Es por ello que el apóstol Pablo en Efesios 2:8-10, nos deja claro que nuestra salvación depende del Señor y no de nuestros fallidos intentos por ser buenos; no obstante, al mismo tiempo nos desafía a ir al siguiente nivel de madurez, al decirnos que, como consecuencia del entendimiento de su amor supremo inmerecido y en agradecimiento por ello, necesitamos trabajar en las buenas obras que Él preparó para que nosotros pusiéramos nuestras vidas a Su servicio y de nuestros semejantes.
Por misterioso que nos parezca, Dios ha planificado de antemano buenas obras, para que al realizarlas seamos “colaboradores de Dios” (1 Corintios 3:9) y formemos parte del mejor propósito que existe.
- El Señor quiere que, a través nuestras vidas, muchas personas sean bendecidas de manera singular y tú puedes ser parte del equipo extraordinario de Dios; pero recuerda, cuando te use no olvides darle a Él toda la gloria.
- La fe siempre es activa.
HG/MD
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).