Lectura: Hebreos 10:19-25

Algunas personas siempre tienen excusas para no ir a la iglesia; tan sólo por citar algunas: “el clima está horrible”, “ayer no dormí bien”, “tengo muchas tareas que hacer”, “hoy no estoy dispuesto a ver a algunas personas”, “mi cama me está llamando”, entre otras.

Sin embargo, es extremadamente triste oír que una persona no va a iglesia porque se encuentra triste o afligida.  Cuando hay dolor en el corazón, cuando se ha recibido una noticia devastadora, los negocios no van bien, la salud no es la mejor, cuando te han herido, el estudio no está marchando bien, o sientes que no aprecian tu trabajo, no hay un mejor lugar para ir que la iglesia.

Una vez me contó una dama que estaba embarazada, que fue a la cita programada para el último viernes de cada mes, en esta cita tocaba hacerse un sonograma o ultrasonido.  El médico empezó su examen y de repente se detuvo y varias veces pasó el instrumento de medición por el mismo lugar; luego de un breve silencio, dijo las palabras que ninguna mujer quiere escuchar: “No hay movimiento del bebé, creo que está muerto”, al día siguiente se realizó un procedimiento para extraer al bebé de su vientre.

El domingo se sentía un poco mejor y se preguntaba: “¿Debo ir a la iglesia o quedarme en casa?”  Al final decidió ir, pues si se quedaba en casa se sentiría peor.  Luego de recibir abrazos y besos, de cantar algunas canciones y oír la Palabra de Dios, la invadió un sentimiento de paz, y pensó: “Definitivamente estaba en el lugar correcto, sentí la presencia de Dios”, su alma se refugió en el abrazo fuerte y tierno de nuestro amado Señor.

  1. Todos necesitamos de la comunión y cercanía con otras personas para edificarnos y sostenernos.
  2. La iglesia debe ser un lugar donde confortemos a otros y seamos confortados por otros.

HG/MD

“No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca” (Hebreos 10:25).