Lectura: Salmo 119:97-104

Con los años se ha convertido en algo muy común recibir correos electrónicos. La mayoría de las veces, los revisamos como parte de la rutina y muchos simplemente no tienen ningún valor. Sin embargo, hay algunos que al recibirlos nos hacen sentir muy bien. Sí, son esos, los que nos envían nuestros seres queridos.

Se dice que la Biblia es la carta de amor o el correo especial de Dios para nosotros. No obstante, tal vez hay días, como me sucede a mí, en los que no tienes ganas de abrirla, y tu corazón no desea cumplir con las palabras del salmista: “…Todo el día ella es mi meditación” (Salmo 119:97). En las Sagradas Escrituras encontramos los: “mandamientos” (Salmo 119:98, 100), “testimonios” (Salmo 119:99), y la verdadera “palabra” de Dios (Salmo 119:101).

Las preguntas formuladas por Thomas Manton (1620-1677), quien solía ser disertante en la Abadía de Westminster, siguen siendo importantes para nosotros hoy: “¿Quién es el autor de las Escrituras? Dios. ¿Cuál es el fin de las Escrituras? Dios. ¿Para qué otra cosa se escribieron las Escrituras sino para que disfrutemos eternamente del bendito Dios?”.

También se dice con respecto a ciertas personas, que cuanto más uno las conoce, menos las admira; sin embargo, en el caso del Señor es a la inversa. Familiarizarse con la Palabra de Dios, o, más bien, con el Dios de la Palabra, genera afecto; y el afecto, a su vez, lleva a querer conocerla más.

  1. Cuando abras tu Biblia recuerda que Dios, quien te ama más que nadie, tiene un mensaje para ti.
  2. Comparte con otros el mensaje de Salvación y Vida Eterna en Jesús que encontramos en la Palabra de Dios.

HG/MD

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!” (Salmo 119:103).