Lectura: Juan 15:1-11

Todo el que ha tenido un sembradío frutal exitoso, sabe que es necesario podar las ramas para que los arboles den buen fruto.

En los arboles debe cortarse parte de las ramas y hojas que parecen estar sanas, este proceso es necesario para que nuevas ramas surjan, y el fruto resultante pueda crecer mejor y más abundantemente. Esta es una verdad que también se aplica a la vida espiritual, en muchas ocasiones Dios debe podar nuestras vidas y este en un proceso doloroso la mayoría de las veces.

Existen muchas circunstancias que pueden servir como herramientas útiles en las manos del Maestro Podador, incluso las que nos parezcan poco edificantes tales como: un mal gesto, una palabra tosca, o incluso el incómodo silencio.  Él también podría estar detrás de las obligaciones diarias, o en la larga y angustiosa espera de la intervención divina, y cuando no encontramos amigos que nos consuelen.  Asimismo, puede ser necesario que Dios quite de nuestras vidas, cosas o amistades que consideramos buenas, pero que Él en su sabiduría de antemano sabe que no serán buenas para nosotros.

La hábil mano del Maestro Podador conoce lo que es necesario quitar en nuestras vidas, a fin de que podamos llegar a ser más amorosos, gozosos, tranquilos, tolerantes, amables; en resumen más fuertes y mejores de lo que somos ahora.

  1. No debemos tratar de huir de las manos del Maestro Podador, debemos confiar en que Dios es quien está en control. Todo tiene el propósito de que produzcamos fruto bueno y abundante.
  2. Para dar fruto es necesario pasar por la poda amorosa de nuestro Señor Jesús, el Maestro Podador.

HG/MD

“Toda rama que en mí no está llevando fruto, la quita; y toda rama que está llevando fruto, la limpia para que lleve más fruto” (Juan 15:2)