Lectura: Marcos 1:35-39

Una de las palabras en hebreo para desierto es: מִדְבָּר midbbár, la cual proviene de la raíz hebrea “dabar”, que dentro de sus significados está “habla”. Entonces una de las acepciones que podemos indicar para esta palabra es que el desierto es el lugar donde Dios nos habla.

Y es fácil comprender por qué. El desierto puede ser un lugar de tremenda necesidad. Antes de poner un pie en el desierto necesitas ciertos suministros básicos: agua, comida, protección contra el sol ardiente y las noches heladas, mapas y zapatos diseñados para el terreno. Aun así, hay peligros: animales salvajes, desorientación, desaliento, fatiga y desesperación.

Cuando sales al desierto entras de inmediato en una fase de supervivencia. En el desierto, es cuestión de vida o muerte.

Recordarás que la nación de Israel pasó mucho tiempo en el desierto. Desde el momento en que cruzaron el mar Rojo hasta que entraron en la Tierra Prometida 40 años después, pasaron por un desierto tras otro. De hecho, muchos acontecimientos vitales del Antiguo Testamento ocurrieron en el desierto.

Definitivamente Dios habla en el desierto de muchas formas. A menudo usa su generosa provisión. Los israelitas sobrevivieron porque Dios les dio alimento y agua, además de zapatos y ropa que no se gastaron. Y en el monte Sinaí, Dios habló proveyendo a Israel de una revelación nueva: los Diez Mandamientos.

Aunque nuestras experiencias desérticas no ocurran en un desierto como tal, ni en la profundidad de los bosques, la mayoría del tiempo ocurren justo donde estamos, atrapados en las ocupaciones y el clamor de nuestro ambiente cotidiano. Nos parece que vamos andando pesadamente por arena profunda. El aire parece seco, es difícil respirar y estamos al borde del agotamiento.

  1. Si estás en ese lugar ahora mismo, recuerda: es el tipo de situación en la que Dios lidia con su pueblo. Estás en una intersección de la vida donde tu corazón está abierto al llamamiento, la orden y la provisión de Jesús.
  2. Si estás pasando por un desierto en tu vida, estás en el lugar donde Dios habla.

HG/MD

“Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba” (Marcos 1:35).