Lectura: Gálatas 3:26-4:7
Durante esta temporada de navidad, es bueno mantenerse firmemente aferrado a la realidad de la Pascua. Si bien ambos eventos se celebran en diferentes épocas y de maneras muy diferentes, ambas son partes integrales de la iniciativa de Dios en Su grandioso plan de salvación.
Peter Larson escribió: «A pesar de nuestros esfuerzos por mantenerlo fuera, Dios se mete. A la vida de Jesús se la cataloga por dos imposibilidades: el vientre de una virgen y una tumba vacía. Jesús entró a nuestro mundo a través de una puerta que tenía el aviso de ‘No se permite la entrada’ y salió de él a través de otra que tenía el aviso de ‘Sin Salida’.»
James Edwards le da eco a este tema en su libro The Divine Intruder (El Intruso Divino): ¿Dios? irrumpe en este mundo, aun cuando no se le espera ni es bienvenido. Dios se une a nosotros en nuestros momentos de mayor debilidad y peores. Hay un Intruso Divino entre nosotros.»
El establo en Belén y la cruz del Calvario nos recuerdan que «cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, . . . a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos» (Gál. 4:4-5).
El Señor no esperó una invitación para entrar en nuestro mundo. Vestido de humanidad, vivió como nuestro Maestro, murió como nuestro sacrificio, y resucitó de la tumba como nuestro Salvador.
Viene la Navidad – lo mismo que la Pascua.
1. ¿Aceptaste la invitación del inesperado Jesús?
“Yo soy la puerta; los que entren a través de mí serán salvos. Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas.” – Juan 10:9-11
2. ¿Y si ya lo aceptaste, qué has hecho con ella?
NPD/DMC