Lectura: Lucas 1:26-38

Corrían los días de la Gran Depresión que afectó a los Estados Unidos en la década de 1930, eran tiempos difíciles, era complicado poner comida en las mesas y mucho menos había dinero para lujos.

En este contexto, un pueblo costero fue invadido por carteles que anunciaban que un circo se acercaba, y la entrada costaría 50 centavos.  Un niño quería ver el espectáculo, pero al decirle a su padre le respondió que tendría que ganar el dinero por su cuenta.  El niño nunca había visto un circo antes, así que trabajó y se esforzó de manera que luego de algunos días fue capaz de comprar un billete.

El día de la presentación del gran circo llegó, y el niño fue al pueblo a ver a los artistas, intérpretes y ejecutantes, observando con gran entusiasmo el desfile de los animales a través de la ciudad. Mientras observaba, un payaso vino bailando hacia él, y el muchacho puso su boleto en la mano del payaso. Luego se puso de pie en la acera y siguió vitoreado como el resto del desfile.

El inocente niño corrió a su casa a decirle a sus padres lo que había visto y lo emocionante que había sido el circo. Su padre lo escuchó, luego tomó a su hijo en sus brazos y le dijo: “Hijo, no viste el circo. Todo lo que viste fue tan solo el desfile”.

Esta historia es una parábola de la Natividad. Muchas personas se emocionan con las festividades, pero pierden de vista el evento principal. Durante esta temporada, recordemos lo que pasó en un humilde establo y lo que significa el nacimiento de Jesús para nosotros.

  1. En estos días llenos de colores, de tiendas llenas de compradores, con tantas cosas por hacer, nos podemos olvidar fácilmente del verdadero significado espiritual de lo que recordamos: la adoración sincera al precioso Hijo de Dios: Jesús.
  2. Cristo es la razón de la Navidad.

HG/MD

“Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor” (Filipenses 2:10-11).