Lectura: Lucas 10:30-37
En 1776, Thomas Jefferson estaba junto a otros hombres redactando el borrador de la declaración de independencia de los Estados Unidos; algo muy particular de ese documento, es que indica que los ciudadanos de ese país tienen “derechos inalienables”, otorgados por Dios. No obstante, en todas las democracias siempre habrá discusiones en cuánto a quién merece cuáles derechos y quién no.
Al hablar sobre el tema de los derechos, debemos verlos desde una perspectiva muy diferente; en lugar de preocuparnos por nuestros “derechos”, el Señor nos llama a pensar en lo que verdaderamente necesitan otras personas. Se puede decir que los creyentes tenemos el derecho de ayudar a los demás, tal como lo evidenció el buen samaritano en Lucas 10:30-37. Esta hermosa parábola ilustra de una forma extraordinaria, la forma en la cual Cristo nuestro Señor vivió, tal como lo muestra Hechos 10:38: “Él anduvo haciendo el bien”, refiriéndose a nuestro amado Jesús.
Como creyentes debemos evidenciar en nuestras vidas el carácter y prioridades de Jesús, entre las cuales está hacer el bien a otros, aunque no lo merezcan. A pesar de que “no lo merezcan”, y resuene tan duro en nuestra mente que una persona no debería ser objeto de nuestra bondad, de eso exactamente se trata la gracia, de dar a alguien algo que no merece, perdón, amor, sacrificio, un abrazo a quien no debería recibirlo, pero que, por Su gracia, al igual que a nosotros, Dios se los da sin reproches.
El evangelio es más que un mensaje humanitario de hacer el bien y no el mal, es un mensaje que primero nos comunica las malas noticias: estamos muertos en delitos y pecados, todos y cada uno de nosotros, y por lo tanto no tenemos esperanza (Romanos 3:23); pero esto no se quedó ahí, en segundo término nos dice que gracias a su sacrificio salvífico en la cruz por nuestros pecados y su posterior resurrección, Jesús nos ofrece el perdón (Romanos 6:23), tan sólo por Su gracia.
1. Ejerzamos nuestro derecho a servir a otros, compartamos con ellos las buenas nuevas de salvación y las bendiciones que por gracia hemos recibido de parte de Dios.
2. Un creyente es un vaso de bendición para quien tiene sed de vida eterna, la cual sólo encontramos en Jesús.
HG/MD
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).