Lectura: 2 Corintios 2:14-17
En el último y cuarto viaje a América en 1504, Cristóbal Colón se vio forzado a desembarcar en la actual isla de Jamaica luego de dos años de travesía, en los que había perdido dos barcos y otros dos se encontraban deteriorados y tenía que repararlos; esto le llevó más tiempo de lo previsto.
Al inicio los isleños compartieron con ellos los alimentos, pero luego de un tiempo, las “contribuciones” fueron disminuyendo hasta llegar a un punto crítico.
Fue en ese momento que, a Colón se le ocurrió una idea; en sus haberes como capitán había un libro de astronomía y al mirarlo constató que pronto ocurriría un eclipse lunar. Así que el 29 de febrero de 1504, llamó a los jefes de los isleños y les comunicó que Dios estaba enojado con ellos, debido a que habían sido egoístas por no compartir los alimentos, y que, debido a eso, escondería la luna.
Por supuesto, al inicio los isleños se burlaron, pero cuando lentamente la luna comenzó a oscurecerse, tomando un color rojizo, tuvieron gran temor y de inmediato corrieron a darles comida. Colón les dijo que, si oraban, la luna volvería a la normalidad. Aunque podamos entender la complicada situación del marinero, el “mensaje de Dios” era una farsa y había sido usado para beneficio personal.
La existencia de charlatanes religiosos sigue siendo algo común, existen personas que intencionalmente falsifican la Palabra de Dios, todo con el fin de obtener alguna ganancia en el proceso; es por esto que el apóstol Pablo nos dejó el siguiente consejo: “Porque no somos, como muchos, traficantes de la palabra de Dios; más bien, con sinceridad y como de parte de Dios hablamos delante de Dios en Cristo” (2 Corintios 2:17).
- Debemos tener mucho cuidado de no distorsionar nunca el mensaje del Señor, y menos para obtener algo de otros, por el contrario, mantengamos el mensaje de salvación intacto, sin agregados indeseables.
- Comuniquemos honestamente y con un corazón humilde entregado a Dios, las verdades y principios bíblicos aplicables para nuestro tiempo.
HG/MD
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quiénes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14-15).