Plan de Lectura: Job 28-29; Hechos 13:1-25
Sabed que El, el Señor, es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado. -Salmos 100:3
Cuando los miembros del Segundo Congreso Continental de los Estados Unidos aprobaron el extraordinario documento conocido como la Declaración de la Independencia, claramente declararon su fe en Dios. Los redactores del borrador de esta noble proclamación sabían que las libertades radicales que estaban proponiendo solo podrían funcionar bien en una sociedad donde se reconoce al Creador. Declararon que Dios ha «dotado» a todas las personas con el derecho a “la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad” porque El nos valora a cada uno de nosotros.
Thomas Jefferson, quien llegaría a ser el tercer presidente de la nueva nación, quedó consternado por el pecado que vio. El escribió, “Tiemblo por mi país cuando reflexionó en que Dios es justo.” Si entonces temblaba, ¡ahora tendría un ataque violento!
Los padres fundadores de los Estados Unidos amaban el concepto de la libertad individual, pero no tuvieron en mente el estilo de vida permisivo que nos permite hacer lo que nos plazca. Las personas que se niegan a temer a Dios jamás pueden disfrutar de la verdadera libertad.
El salmista dijo, “Sabed que El, el Señor, es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Salmos 100:3). Somos responsables ante Dios, porque él nos ha creado en amor.
Hoy, vuelve a comprometerte a vivir como un miembro del pueblo de Dios. Esa es la manera de disfrutar de la verdadera libertad. –HVL – Nuestro Pan Diario