Lectura: Salmos 46:1-11

Un amigo creyente tuvo un accidente de tránsito mientras conducía su vehículo por la ciudad.  Un hombre cruzó la calle en el lugar incorrecto y por más que quiso evitarlo, lo golpeó; el hombre literalmente salió volando bastantes metros, mientras que mi amigo perdió el control de su auto, y se estrelló contra un poste del alumbrado público. 

Al poco tiempo de estar en el hospital, mi amigo recuperó el conocimiento y el doctor le dijo que había “tenido mucha suerte”.  Él sonrió y le contestó, “más que suerte, mi Dios es muy bueno”.

Después de unas horas, empezó a pensar en todo lo que había ocurrido ese día, preguntó por el hombre a quien había atropellado y una enfermera le contó que el hombre no había tenido heridas de importancia y que en un par de días se recuperaría totalmente, lo cual lo llenó de tranquilidad.  También se preguntó, “¿qué habría pasado si alguno de los dos hubiera muerto?”  Inmediatamente un pensamiento vino a su mente: “¡Dios seguiría siendo bueno!”.

Cuando pasamos por una tragedia, casi siempre dudamos de la bondad de Dios.  Entonces la pregunta es: “¿El Señor siempre es bueno?”  La respuesta: “Si, lo es”.  Dios nunca nos prometió que por ser sus hijos no nos sucederían cosas malas, como ejemplo tenemos la historia de Job.  Lo que si afirma es: “Dios es nuestro amparo y fortaleza” (Salmo 46:1).  No nos dice que jamás atravesaremos circunstancias complicadas, lo que si promete es que no estaremos solos (Salmos 23:4).

  1. Nuestro Dios es bueno, no importa que estemos pasando por un momento de dolor, aunque no lo entendamos, podemos decir como Habacuc: “con todo, yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18).
  2. Dios prueba nuestra fe para que confiemos en Su fidelidad.

HG/MD

“Con todo, yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18).