Lectura: Juan 16:28-33
Ese día Julián tenía prisa por responder un mensaje muy importante para su jefe; escribió el correo rápido y estaba un poco enojado pues se estaba perdiendo el partido de la final del equipo de su preferencia, así que lo envió sin releer pues quería salir de ahí cuanto antes. Justo en el instante cuando lo envió, se dio cuenta de un error que había cometido en una palabra y que cambiaba todo el contexto del correo; lo hacía ver como una persona que estaba desobedeciendo las órdenes que le había dado su jefe; pero, era demasiado tarde, no pudo recuperarlo pues su jefe lo estaba esperando y ya lo había abierto.
Entonces, corrió de inmediato a la oficina de su jefe, quien estaba parado en la puerta con el ceño fruncido. «Espera, yo…» intentó empezar con la explicación, pero su jefe ya había cerrado la puerta con fuerza, sin querer escucharlo. El correo había sido recibido, el daño estaba hecho y no había forma de borrarlo.
Muchos Proverbios nos desafían a pensar en cómo responder o escribir cuando las personas interfieren en nuestros planes. Nos enseñan: “El insensato al instante da a conocer su ira” (Proverbios 12:16), y “es honroso apartarse de la contienda, pero todo insensato se envolverá en ella.” (Proverbios 20:3). El siguiente apunta directo al corazón: “El necio da rienda suelta a toda su ira, pero el sabio conteniéndose la apacigua” (Proverbios 29:11).
Tener paciencia y bondad puede parecer difícil. Sin embargo, el apóstol Pablo afirma que estas características forman parte de obra de Dios en la vida de cada creyente y se evidencia en el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).
- A medida que dependemos del Señor, Él produce el fruto del Espíritu Santo en nosotros.
- Señor, transfórmanos para que podamos parecernos más a ti.
HG/MD
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).
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