Lectura: Romanos 15:1-7

Hace algún tiempo se realizó una campaña que involucraba a escuelas primarias; la campaña tenía por nombre: “Seamos amables”. El objetivo principal de la campaña era que los niños y niñas asistieran a las escuelas libres de miedo, tristeza, prejuicios, y hostigamiento; por otra parte, buscaban inculcar valores de comprensión, respeto y colaboración, a fin de que estuvieran listos para ayudarse unos a otros a adquirir nuevos conocimientos de sus maestros.

Esta campaña me recuerda al apóstol Pablo, quien también quería que la gente de la iglesia de Roma tuviera un estándar del amor aún más elevado.

Tal como suele suceder ahora, en aquel momento era “normal” que tanto los fuertes como los débiles en la fe se juzgaran y descalificaran entre sí (Romanos 14:1-12). Por ejemplo, se despreciaban cuando discutían sobre qué alimentos estaban permitidos (vv. 2-3) y cuáles fiestas debían guardar (vv. 5-6).

Es por ello que el apóstol Pablo los desafió: “…sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (v. 19). Adicionalmente, les recordó que debían ocuparse sinceramente de agradar a los demás y no a sí mismos. Dijo: “Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo…” (15:3), sino que sirvió a otros dándonos con ello el ejemplo supremo de servicio.

  1. En lugar de unirte y replicar campañas de odio, sé amable, comparte el evangelio con otros en tus redes y donde puedas.
  2. Amar a otros siempre es una tarea muy difícil, pero piensa por un segundo, si Jesús nos amó sin nosotros merecerlo, ¿quiénes somos para no expresarle amor y cariño a otras personas?

HG/MD

“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).