Lectura: Juan 4:9-14, 27-29
Una pareja de amigos me contó que para el cumpleaños de su hijo le regalaron su primera billetera; este regalo lo entusiasmó pues ahora podía llevar consigo dinero e identificaciones. Sin embargo, pasaron los días y empezaron a recibir varias llamadas de personas que habían encontrado la billetera en distintos lugares. Le advirtieron que fuera más cuidadoso y que no la dejara en cualquier sitio.
No obstante, dejar cosas no siempre es algo malo. En Juan 4 leemos sobre una mujer que había ido a buscar agua a un pozo. Sin embargo, ese día, después de encontrarse con Jesús, su objetivo cambió inmediatamente. Dejó el cántaro de agua y regresó a la ciudad rápidamente para contarles a otros lo que el Señor le había dicho (Juan 4:28-29). Su necesidad física de agua perdió todo el sentido frente a la oportunidad de hablarles a otros sobre el Hombre a quien acababa de conocer.
Pedro y Andrés hicieron algo parecido cuando Jesús los llamó, dejaron las redes de pesca que eran su medio para ganarse la vida, y siguieron al Señor (Mateo 4:18-20). Jacobo y Juan también dejaron sus redes, su barca e incluso a su padre, cuando Jesús los llamó (Mateo 4:21-22).
Nuestra nueva vida siguiendo a Jesucristo tal vez implique dejar algunas cosas, incluso aquellas que brindan satisfacción durante algún tiempo. Aquello que anteriormente deseábamos no puede compararse con la vida y el agua viva que ofrece Cristo.
- Lo que dejas atrás para seguir a Jesús no tiene comparación con respecto a lo que el Señor puede ofrecerte.
- El agua viva que te ofrece nuestro Señor saciará para siempre la sed espiritual que tienes.
HG/MD
“Y les dijo: “Vengan en pos de mí, y los haré pescadores de hombres”. Y de inmediato ellos dejaron sus redes y lo siguieron” (Mateo 4:19-20).
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