Lectura: 2 Corintios 12:1-10

Quizás una de las cosas que más nos cuesta aceptar de Dios, es la forma en la cual Él responde a nuestras oraciones.  Puede ser un gratificante: Si.  Un esperanzador: Espera.  O un frustrante: No.  Y por supuesto, esta es la respuesta menos deseada.

Si puede servir como consuelo, no sólo nosotros hemos pasado por esa frustración, el mismo apóstol Pablo pasó por esa prueba en su vida, él clamó en tres ocasiones para que Dios le quitara “un aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7-8).

Aunque Pablo nunca nos dice cuál es ese aguijón al que hace referencia, de lo que podemos estar seguros es que posiblemente lo hacía sentir débil o lo mermaba como persona.  Pero Dios le dio tres veces la misma respuesta: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).  Esto le enseñó a Pablo que debía ser dependiente 100% de Dios en todas las áreas de su vida, hasta en aquellas en las que se sentía menos efectivo o frustrado.

Dios no quitó ese aguijón de la vida de Pablo y aunque anhelaba ser liberado de esa limitación, Dios le prometió que Su gracia bastaría y eso le hizo ser un mejor seguidor de Jesús y una mejor persona, pues lo hizo consciente de sus limitaciones y reafirmó de donde provenía su verdadera fortaleza: “me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).

1. Si has pasado por la frustración de una oración no respondida de la forma que querías, eres bienvenido al club, piensa que todos en algún momento pasaremos por esa situación, esto sucede para que entendamos que la gracia de Dios es suficiente para cada uno de nosotros.
2. Una debilidad puede llegar a ser una bendición si te apoyas en la fortaleza de Jesús.

HG/MD

“Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).